Esta noche la Filmoteca recupera una de las películas que dió origen al movimiento neorrealista italiano, “Roma, ciudad abierta” de Roberto Rossellini. La proyección forma parte del ciclo conmemorativo del centenario del cine Catalunya y la entrada es gratuita.
Ambientada a finales de la Segunda Guerra Mundial -empezó a rodarse en 1944-, refleja las penurias de la vida cotidiana y la lucha por la supervivencia en tiempos de guerra a través de tres historias, la de un partisano comunista, la de un sacerdote antinazi y la de una mujer embarazada. Su director la definía como una película que explicaba lo que era “vivir con miedo”. Según el crítico, historiador y estudioso de la obra de Rossellini Àngel Quintana, “la gran revolución de la película es que con ella el cine pasó a convertirse en un instrumento de concienciación moral”.
El origen del proyecto estaba en el encargo que una condesa hizo a Rossellini de rodar un cortometraje documental sobre un sacerdote torturado y asesinado por los nazis por esconder a miembros de la Resistencia. El proyecto fue creciendo y, con la incorporación del guionista comunista Sergio Amidei -en cuya casa se rodaría buena parte del film-, de corto documental pasó a largo de ficción. Más adelante, Rossellini y Amidei recabaron también la colaboración de Fellini, que además de coescribir el guion con ellos les ayudó a convencer a Aldo Fabrizi para que aceptara el papel del cura.
Reparto
Fabrizi era uno de los pocos actores profesionales que formaban parte del reparto. La otra cara conocida era la de Anna Magnani. Marcello Pagliero, en cambio, era periodista y Harry Feist, bailarín. Una jovencísima y desconocida Gina Lollobrigida fue contratada como figurante pero la despidieron a causa de los celos de Anna Magnani, por entonces pareja del director. Muchos de los figurantes, por cierto, eran soldados americanos.
Por su extremo realismo, “Roma, ciudad abierta” se alejaba de los tópicos del cine de propaganda de ambos bandos, aunque dicho realismo resultó ser más fruto de la necesidad y las circunstancias que de una elección estética consciente. El film se rodó con pocos medios -sin sonido, con luz natural, utilizando colas de negativo de película- ya que por culpa de la guerra los estudios y laboratorios estaban cerrados, el material fílmico escaseaba y apenas quedaba ningún productor dispuesto a arriesgar dinero. Rossellini no tuvo más remedio que suplir con imaginación la falta de medios. También tuvo un golpe de suerte al conocer, en la puerta de un burdel, a un americano borracho que resultó tener buenos contactos en Hollywood. Rod Geiger, que así se llamaba este señor (según el libro “La cruzada contra el cine” de Gregory D. Black), volvió a Estados Unidos con una copia del film en la maleta y la vendió a una importante distribuidora.
El film tuvo un gran impacto y excelentes críticas, ganó el Gran Premio del festival de Cannes y el guion fue “nominado” al Oscar. Incluso el Vaticano pidió una copia para su filmoteca privada. Años después, Jean-Luc Godard declararía que “todos los caminos conducen a Roma, ciudad abierta” y Ugo Pirro recrearía las vicisitudes del rodaje en su novela “Celuloide”, que fue asimismo llevada al cine.
FICHA TÉCNICA
Tít. orig.: “Roma, città aperta”. Italia, 1945. Dir.: Roberto Rossellini. Int.: Anna Magnani, Aldo Fabrizi, Marcello Pagliero. Sala: Filmoteca, Club Catalunya (C/ Sant Pere 9). VOSE.