Sabía que los mossos estaban en su casa porque su padre lo había llamado por teléfono en presencia de los agentes. Iban en su busca por presunta pederastia. Él estaba a punto de llegar a su domicilio, donde lo llevaba un amigo. Inquieto, muy nervioso, preguntó a su acompañante cómo se borraban los mensajes de su móvil, recibió la respuesta del amigo y procedió a eliminar lo que pudo, para luego entregar el móvil al otro joven. Guárdalo, esta noche me lo devuelves, le comentó. Esa noche no se lo pudo retornar, porque esa noche, hace una semana, el dueño del móvil ya la pasó en los calabozos. Los agentes contactaron con el amigo y confiscaron el aparato.
El dispositivo electrónico es pieza clave en la investigación que los Mossos d’Esquadra de Terrassa habían iniciado por el caso de abusos sexuales y corrupción de menores de que ha sido acusado un joven terrassense de 27 años, monitor de fútbol en un equipo de cadetes de la Escola de Futbol Viladecavalls. Fueron por él una vez compusieron el relato de hechos acusatorios luego de tomar declaración a víctimas. La cascada de denuncias comenzó después de que el monitor, que había ejercido de entrenador antes en otros clubes, fuese despedido por “un problema de comportamiento”. Tras la expulsión, varios jugadores del equipo, menores de unos 15 años, dieron rienda suelta a sus cuitas y contaron que el monitor les había pedido dinero a cambio de devolvérselo con intereses (nunca lo devolvió) y les hablaba de cuestiones sexuales, interesándose por cómo llevaban a cabo sus relaciones, y los incitaba a ir a su casa y a la discoteca en la que trabajaba para que fumasen en cachimba y bebiesen alcohol. Y les mostró un vídeo en el que aparecía una menor masturbándose.
La sucesión de comentarios llegó a oídos de los mossos, que convocaron una reunión con directivos del club, representantes del Ayuntamiento de Viladecavalls, el nuevo entrenador del equipo cadete, jugadores y sus padres. El encuentro se celebró el 21 de abril y dio pie a que los investigadores acelerasen sus indagaciones. Los chicos afirmaron que el imputado les pedía teléfonos de amigas o hermanas menores, les preguntaba, por separado, si tenían relaciones sexuales, les incitaba a experimentarlas si no las tenían y les inducía a visitar su disco. Los mossos comprobaron también, según fuentes próximas al caso, que, en su faceta de encargado de la sala de fiestas, el sospechoso había pedido sexo a promotores a cambio de dinero.
Tirando del hilo, las declaraciones de unos menores llevaron a las de otros, y así los investigadores dieron con la primera víctima. Se trata de un joven que, según su testimonio, prestado el 5 de mayo, sufrió abusos sexuales cuando contaba 15 años, el 26 de julio del 2014, después de consumir marihuana. Se resistió, pero el acusado lo agarró del cuello para intimidarlo. Aquello ocurrió en casa del acusado, que conocía al chaval “de una discoteca de Sabadell”. No denunció lo padecido por vergüenza.
Transcurridos cuatro días, los mossos hablaron con la segunda víctima localizada, un muchacho de 15 años que había abandonado el equipo dirigido por el sospechoso pocas jornadas después de incorporarse a la plantilla. Las causas de su marcha constituían una incógnita que el relato de acontecimientos conocido ahora parece despejar. El muchacho explicó un abuso sexual de que fue objeto el fin de semana siguiente a su entrada en el equipo, cuando su entrenador le invitó a casa para jugar a la videoconsola. Le aseguró que otro compañero de la plantilla acudiría a la cita, pero ese otro chico no fue. La víctima se quedó a solas con el monitor. Éste le dijo que no disponía del dinero que el menor le había dejado. Le convidó a una cerveza, le hizo estirarse en una cama, le puso una peli y abusó de él. El chaval, paralizado por el temor, se bloqueó. No volvió a ser el mismo después de aquello. Necesitó tratamiento psicológico.
Hay, al menos que se sepa, dos víctimas más. De momento, pues los Mossos consideran que la cifra de damnificados puede acrecentarse y prosiguen con las pesquisas para encontrar a más declarantes. El miércoles hablaron con otro menor afectado. Días antes, el jueves 12 de mayo, tomaron declaración a una chica de 15 años que contaba 14 cuando mantuvo una relación de pareja con el imputado, con el que había contactado para trabajar en su discoteca porque necesitaba dinero. La respuesta del individuo fue, según las diligencias, que sí, que aceptaba, pero a cambio de que ella se convirtiese en su novia. La relación duró apenas un mes, pero en ese tiempo hubo dos encuentros sexuales “completos”; en ese tiempo, también, la menor envió al investigado fotos de ella desnuda o en ropa interior, y un vídeo en el que se masturbaba.
Mensajes
Los mossos captaron mensajes de redes sociales entre el monitor y los menores. Acumuladas las pruebas, decidieron detenerlo el miércoles 11 de mayo. Al mediodía, una dotación policial se dirigió al domicilio del investigado, en Can Parellada, donde el sospechoso reside con su padre. Su progenitor estaba en el domicilio, pero el hijo no. Acostumbraba a almorzar en su piso y estaba al caer. El padre agarró el teléfono y llamó su hijo. Está aquí la policía para hablar contigo, le dijo.
El imputado viajaba en el coche de un amigo. Cuando cesó la breve conversación con su padre, informó a su acompañante de la, para él, mala nueva. Debían marcharse ya para casa, la poli estaba allí. Según las pesquisas, el sospechoso, presa de los nervios, pidió consejo a su amigo sobre cómo borrar mensajes del móvil y tras la respuesta del otro, empezó a suprimir cosas. Llegaron al bloque de pisos, apagó el móvil y se lo entregó a su amigo para que lo guardase hasta la noche. Si él no estaba en casa, podía devolvérselo a su padre.
Entró en la vivienda. Allí había dos policías. Le preguntaron por el móvil. Contestó que lo había librado a su amigo para que los agentes no se lo interviniesen. El individuo fue detenido y trasladado a la Comisaría. Los mossos buscaron entonces al otro chico y lo localizaron. Y requisaron el teléfono, que presentaron al juez sin perjuicio de solicitarlo después para analizar su contenido. El juez de guardia envió al acusado a prisión, a fin de evitar su fuga y su posible reiteración delictiva, y manifestó en el auto que la aparición de más víctimas era “altamente probable”.