Contrariamente a lo que pueda parecer por su nombre, Thor es un chihuahua. Es un perro inquieto, muy cariñoso y especialmente divertido por su carácter altivo e incluso arrogante. Hay perros que no tienen la prevención de tener en cuenta su tamaño a la hora de perfilar su carácter. Thor tiene 19 meses y se ha convertido en el centro de atención de la familia con la que vive: el matrimonio formado por Antonio y Trini y los hijos de ambos, Carlos, de 30 años y Jordi, de 21.
Fue Jordi el que se presentó en casa con Thor y por circunstancias de la vida familiar y pese a algunas reticencias iniciales se ha convertido en inseparable compañía de Antonio, el padre. Antonio es un atleta experimentado y compite a un nivel destacado en su categoría en carreras populares. Tiene 56 años y suele salir al menos cinco días a la semana a correr por los alrededores de la ciudad, normalmente desde el barrio del Centro, donde vive, hacia la zona de Can Candi y el Parc Audiovisual. Es un habitual de los circuitos que por diversos caminos de la zona utiliza un buen número de aficionados para llevar a cabo sus entrenamientos.
Thor mide unos veinte centímetros de alto, pesa unos tres kilos y, pese a su tamaño, sigue la carrera de su amo y recorre cada día que entrena entre 12 y 15 kilómetros a un ritmo sólo asequible a los iniciados en el atletismo.
El día de autos, Antonio decidió ir por la zona de Can Candi, a través de la carretera que lleva a la Euncet, el antiguo “Albergue Infantil”. Poco antes de llegar se desvió a la izquierda, para internarse por los caminos del bosque. Inopinadamente, Thor, que iba delante, empezó a ladrar cada vez con más insistencia, para hacerlo desesperadamente y luego pasar a gritar y emitir alaridos como si estuviese siendo agredido.
El ataque
Antonio quiso comprobar lo que le ocurría a su perro y se encontró de frente con dos jabalíes de gran tamaño que se dirigían contra él en actitud agresiva. Thor seguía ladrando y gritando y a Antonio le pareció ver a su perro en torno de otras sombras que no pudo identificar realmente, pero que intuyó que eran más ejemplares de jabalíes.
Tuvo que poner toda la atención en los que a él le atacaban y sin tiempo para pensar y sin posibilidad de huir, repelió la primera embestida con un fuerte puñetazo en el hocico del que se le acercaba en primer lugar bufando y berreando.
Continuó defendiéndose como pudo con patadas y puñetazos ante dos ejemplares de buen tamaño que podían pesar entre 80 y 100 kilos. Parecía que llevasen a cabo su ataque de forma organizada con el ánimo, seguramente, de defender a sus crías. El corredor se tiró al suelo para intentar evitar las envestidas y en ese momento encontró un leño que le sirvió de arma para aporrear a los animales a diestro y siniestro hasta que emprendieron la huida de los garrotazos.
Había que buscar a Thor. El animal no respondía a la llamada de su amo. Antonio llamó y llamó, silbó y silbó, buscó por la zona y sólo encontró el collar antipulgas abierto y el arnés de Thor roto. Temió lo peor, pero no aparecía el cuerpo por ninguna parte. Amplió su radio de acción hasta llegar a la zona del Parc Audiovisual, preguntó a las personas que había por allí, a diversos excursionistas y corredores, si habían visto al chihuahua. La mayoría de ellos ayudó a Antonio a buscar a su amigo por aquella zona y en los caminos colindantes. La búsqueda fue infructuosa. Llegó el medio día y decidió ir a su casa a comunicar lo sucedido a la familia.
Los restos del arnés hacían presagiar que Thor no habría resistido las fatales envestidas de los jabalíes, pero había que seguir intentándolo. Los cuatro miembros de la familia decidieron volver al bosque y organizar la búsqueda, uno al lugar de los hechos, otro al Parc Audiovisual, otro a la fuente que hay al pie del camino que sube hasta la antigua cantera de Can Candi y Jordi a unas casas antiguas que están en el bosque.
Rescate
Sobre las siete de la tarde, nueve horas después, apareció Thor. Estaba escondido entre la maleza, demasiado asustado para responder a la llamada de su familia. Jordi lo llamó, corrió hacia él, pero de nuevo huyó para refugiarse en el escondite que le había servido para evitar el ataque de los jabalíes. Finalmente, Jordi pudo vencer la reticencia del animal a sacarlo de su improvisado parapeto.
La aventura de Thor, un superviviente que también superó un gravísimo atropello el año pasado, tuvo un final feliz: su dueño resultó ileso, salvo pequeñas rozaduras y Thor también sano y salvo, sólo con abrasiones en la zona abdominal producto del inevitable roce con la maleza provocado por su baja estatura. Una visita al veterinario, una campana protectora y de vuelta al calor del hogar.