El pasado 24 de marzo se cumplieron cien años de la muerte del genial músico Enric Granados (27 de julio de 1867 – 24 de marzo de 1916), que tuvo estrechas vinculaciones con Terrassa y con el gran artista Joaquim Vancells, que fue su íntimo amigo. En 2014, en nuestra sección estival La hemeroteca, revivimos esos vínculos con nuestra ciudad. Los rememoramos ahora.
La relación de Granados con Terrassa la recrea espléndidamente la que fuera gran mujer de la cultura terrassense del siglo XX Paulina Pi de la Serra, en su libro, prácticamente agotado, “L’ambient cultural a Terrassa 1877-1977”. Y en él dedica un capítulo a Granados: “És, sens dubte, el músic més important dels que assistiren a les tertúlies terrassenques. Íntim amic de Joaquim Vancells, la coneixença dels dos artistes es va fer en una edat molt jove a través del pare del pintor, Lluís Vancells i de Ponac”, argumenta Paulina Pi de la Serra, añadiendo: “Aquest senyor, com tots els Vancells, era molt filharmònic, disposava d’una fortuna bén arrodonida i es complaïa en la freqüentació dels músics del seu temps”.
De hecho, según Paulina, Lluís Vancells quiso que Enric Granados cuidara de la educación musical de su hija menor. Fue cuando Joaquim Vancells y el gran músico empezaron a entablar una amistad que duraría para siempre.
Pasados los años, con ambos ya casados y con hijos, Enric Granados y su esposa -Empar Gal Llobera- frecuentaban el domicilio de los Vancells. A mo-do de curiosidad, Paulina Pi de la Serra nos descubre algunos aspectos más personales de ambos, ribeteados con su habitual exquisitez literaria: “La senyora Granados era una dona molt bella, adorada pel seu marit, el seguia arreu baldament hi haguessin deu criatures a casa. Aquests tràfecs artístics i casolans l’escusaven d’un cert abandó personal delatat per petites falles d’indumentària”. Y sigue comentando: “Ell, Granados, vestia amb una artística elegància una mica rebuscada, i en el seu noble rostre fulguraven uns ulls immensos i pregons on es refugiava l’enigma d’un destí tràgic”.
“Estranyes i delicioses melodies”
Y, como no, cuando Granados era huésped de los Vancells, tras la cena, tomando café, el gran compositor no podía reprimir sus ansias de tocar en aquel mayestático piano que había en el salón. Y Paulina nos desvela que empezaba a improvisar “estranyes i delicioses melodies, primícies del seu art ignorades del gran públic, que transportaven els presents a un món de beatitud”. Y aquellas notas que surgían de aquel piano, de aquellas privilegiadas manos, se esparcían en una Terrassa que vivía los inicios de un convulso siglo XX.
De ese Granados íntimo, en aquel señorial y acogedor salón, con aquellas melodías en “petit comité”, a los grandes escenarios, al Granados que cautivaba con su música a todo un auditorio que le escuchaba expectante. A aquel Granados que actuó por primera vez en Terrassa el 7 de marzo de 1909 en el salón de fiestas de la Agrupació Regionalista, dentro de las “Vetllades selectes d’art”. Lo hizo junto a la Escola Choral, la histórica agrupación de Joan Llongueras que marcó una época en la ciudad. Curiosamente se encargó a Joaquim Vancells engalanar de un modo adecuado el salón y el escenario como nos recuerda el semanario La Sembra del 4 de marzo, quien detalla los precios del concierto: “3 pessetes pel públic i 2 pessetes pels socis de l’Agrupació i protectors de l’Schola Choral”.
Era domingo. Eran las 9 de la noche. Era el debut de Granados en Terrassa. La sala se llenó y fue un concierto calificado por La Sembra como verdaderamente espléndido. Citamos textualmente retazos de su crónica: “L’Enric Granados estigué superb durant tota la vetllada i tingué del tot corprès l’auditori”. Agregaba: “En totes les obres ens agradà sobremanera. En la Sonata d’Scarlatti per la precisió i claredat amb que la digué; en la Sonata (clar de lluna) de Beethoven per la intensa emoció que sapigué comunicar; en la Consolació de Liszt, per la seva extraordinària suavitat?”
Pero situémonos antes del concierto. Se produjo un hecho curioso que nos narra Paulina Pi de la Serra: “Granados, com tots els grans artistes, era un home d’estranya i exacerbada sensibilitat; sentia en disposar-se a actuar una violenta desgana d’oferir-se al judici i a la crítica dels profans; aquell doble joc, tan perillós, que consisteix en l’abstracció absoluta de tot allò que no sigui art i saber-se a l’hora pendent del públic li feia peresa; l’envaïa aquell pànic ressentit per tots els grans homes. Aquella nit, repenjat a l’espatlla de Joaquim Vancells, el gran músic feia una escena deliciosa. Talment un infant, amb una veu molt dolça, suplicava i deia: “Quimet, no vull tocar, no en tinc ganes!”. Y apunta: “El temps passava; finalment, Vancells l’agafà suaument del braç i el conduí a l’escenari mentre a la sala es produïa una ovació delirant”. Triunfó.
Sí, Granados había triunfado en Terrassa en aquel primer concierto como lo hizo también en el segundo, el 12 de marzo de 1911, en el mismo escenario. Y allí, Terrassa tuvo el enorme privilegio de que presentara su obra maestra, sus “Goyescas”, solo después de que lo hiciera como gran primicia una día antes en el magno escenario del Palau de la Música Catalana.
“Y pulsó el frío teclado”
En la revista Egara se decía de ese concierto: “¿Quién se atreve a recomendar y alabar una pieza de oro si ya se recomienda sola?. Contemplamos la silueta del eminente artista acercarse al piano y con aquel decir tan característico de Granados empezó a pulsar el frío teclado y a llenar de sentimiento nuestros corazones con sus elegantes y exquisitos ‘Valses poéticos’…” Elogiosas también eran las palabras que le dedicaba el Heraldo de Terrassa, diciendo: “És, doncs, ‘Goyescas’ una obra que defineix ben bé i sense clarobscurs l’inspiració i l’obra ben pròpia d’Enric Granados”.
No puede entenderse Granados sin sus “Goyescas” y también quedó demostrado en el tercer y último concierto que el compositor efectuó en Terrassa, el 29 de marzo de 1914. Tuvo efecto en el Teatre Principal. El programa fue, como nos dice Paulina, “una primera part amb la Sonata d’Scarlatti i una segona en la qual la liederista Judith Tarragó cantà les “Tonadilles”, i la tercera amb “Los Majos enamorados”, de “Goyescas”. Habla de este concierto el periódico La Comarca del Vallès explicando entre otras cosas que “Granados recibió una ovación bien merecida por su trabajo exquisito de inspirado compositor y de pianista imponderable”.
Ya no habría más actuaciones de Enric Granados en Terrassa. Apenas dos años más tarde moríria. Quedaba, eso sí, su música para siempre, y una ciudad que le recordó.