Era pronto, tanto que aún no se había levantado de la cama cuando en su teléfono móvil se acumulaban los mensajes de WhatsApp. Eran de amigos y familiares que desde Terrassa querían saber qué había pasado. Marina Cadalso, una egarense de 22 años que vive de forma temporal en la localidad de Waterloo, a unos 20 kilómetros al sur de Bruselas, vio rápido que la preocupación que le expresaban sus seres queridos era porque la sinrazón había vuelto a actuar. Esta vez, después de París, en la capital belga.
“Era previsible que esto pasara un día u otro. En Bélgica llevamos en un estado de gran alerta antiterrorista desde noviembre, cuando hubo los ataques en París. Recuerdo que un día de ese mes, por miedo a un atentado, cerraron todas las escuelas no solo de Bruselas, sino incluso de Waterloo, donde vivo, que es una localidad muy tranquila, residencial”, explica la joven.
Como Marina, otros terrassenses vivieron de cerca la cadena de ataques que ayer por la mañana sacudieron a la capital institucional europea. Dos explosiones tuvieron lugar en Zaventem, el principal aeropuerto del país. Más tarde, otra deflagración se producía en la céntrica estación de metro de Maelbeek, en el barrio europeo, el que alberga las principales instituciones comunitarias. Ayer por la tarde, la agencia France Press hablaba de 34 muertos (catorce en el aeropuerto y veinte en el suburbano). Pero los 106 heridos que han dejado los atentados -según las cifras hechas públicas por el alcalde de Bruselas- presagian que la cifra de fallecidos irá en aumento. El Estado Islámico ha reivindicado todas las acciones. C. G., una terrassense que trabaja en el corazón comunitario de la ciudad, describía la situación vivida: “Tras una reunión nos informaron de la explosión en el metro que está justo al lado de mi oficina. En las calles había muchos militares que iban y venían, policías, bomberos y ambulancias. Por fin, a las dos de la tarde, pudimos salir. Ha sido un verdadero drama.”
También Jaime Rodríguez-Toquero, un egarense de 27 años, tiene su empleo en el barrio europeo, el que sufrió el golpe en el metro. Aquejado por una gripe, Jaime no acudió ayer por la mañana al bufete de abogados donde trabaja. “Para ir hasta allí no suelo coger el metro, sino el autobús. Antes trabajaba en esa misma zona, pero en el edificio de la Comisión Europea. Mis antiguos compañeros me han enviado fotos -decía ayer- en que me muestran que al mediodía aún siguen confinados en la oficina por motivos de seguridad.”
Transporte
Los atentados en el aeropuerto de Bruselas también han alterado los planes de los egarenses que ya habían comprado un billete de avión de vuelta a casa. Y más teniendo en cuenta la proximidad de los días festivos de Semana Santa.
Nathalie Emond, una terrassense de origen belga que trabaja en el Ayuntamiento de Terrassa, debía coger un vuelo ayer al mediodía hacia El Prat justo en el aeropuerto atacado. “Estaba en Nivelles, un municipio a unos 35 kilómetros de Bruselas. Quería ir al aeropuerto en tren, pasando por la capital. Pero al escuchar por la radio lo que había ocurrido, ni he salido de casa”, recordaba. El aeropuerto permanecerá este miércoles cerrado. Y muchos bruselenses, nativos o de adopción, como la egarense C. G., trabajarán hoy desde casa.