Terrassa

Los tres magníficos

Dave Holland termina esta semana su ronda de conciertos exclusivos en Bélgica, Noruega y Alemania. Son cuatro actuaciones en cuatro días consecutivos y en cuatro países distintos. Con ellos despedirán cinco semanas de gira, que se iniciaron en febrero con una residencia de seis días en el mítico Village Vanguard de Nueva York.
Si leemos alguna crítica de la primera de aquellas veladas y la comparamos con lo que se pudo sentir y escuchar el miércoles en Terrassa, aquello no tuvo nada que ver. El trío ofreció en Terrassa ya no solo el que quizá haya sido el mejor concierto de la edición de este año (y estamos hablando de una programación de gran nivel) sino de uno de los mejores conciertos que han tenido lugar en la sala en los últimos tiempos.
A lo largo de las cinco semanas en las que han estado tocando casi ininterrumpidamente, el trío ha logrado una comunión musical extraordinaria. Sin hablar, sólo mirándose, han logrado ir creando al unísono, muchas veces fundiéndose con naturalidad.
Dave Holland advirtió al principio del concierto que suelen ofrecer sus conciertos de corrido, pero esta vez respetaron la costumbre de la sala de ofrecer conciertos en dos sets, sin renunciar a una de las particularidades de su propuesta: empalmar los temas, sin pausas, en un diálogo sinfín en el que cada conversación parecía igual de rica que la anterior.
la vida
“No sé de qué habéis estado habando durante todo el concierto pero he disfrutado muchísimo”, le espetó una espectadora a Holland después de finalizar su magnífica actuación. “Live”, dijo, “de la vida”; más escueto y revelador, imposible.
Los elementos que determinaron el gran atractivo de este concierto fueron, en primer lugar, el talento interpretativo de los tres músicos; no hubo descompensación ni en su grandeza ni en su entrega. El segundo elemento fue un repertorio especialmente atractivo extraido de los repertorios propios de Holland y Eubanks, piezas como “The dancing sea”, “Quiet fire” o “Dream of the Elders”, entre otros. Fue un repertorio que basculó entre el virtuosismo y la imaginación, asumiendo el lenguaje del jazz funk, inspirado por la contundencia del rock, iluminado por los destellos de una diluida psicodelia.
Junto con la perfección, estilos interpretativos tan particulares y tan notables caminaron al unísono, como si fueran una única voz, y además sin respiro. No hubo bis porque a Holland le quemaban los dedos y no porque la audiencia no hubiera reclamado su presencia. Valentí Grau interrumpió los aplausos para anunciar que el trío no estaba en disposición de continuar, muy a su pesar. Nada de eso deslució un concierto inolvidable.

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