A sus 74 años, Núria Feliu vuelve a estar de plena actualidad y más reivindicada y valorada que nunca, incluso entre el público joven y "cool". La cantante acaba de participar en "La pols i l’era", álbum publicado por el sello indie Bankrobber que recupera y moderniza el pop catalán de los años sesenta (y al que Feliu aporta el tema "Le llamaban el Fiera", interpretada a dúo con Òscar Dalmau). Es recordada su labor pionera del jazz cantado en catalán, y de la fusión del jazz y la cançó, en los discos "Núria Feliu amb Tete Montoliu" (1965) y "Núria Feliu amb Lou Bennet i els seus amics" (1966). Y ha publicado un libro de memorias, "Dies i records d’infantesa" (Ara Llibres). En nuestra ciudad, donde Núria Feliu siempre ha sido muy querida, lo presentó el jueves, en un cálido acto en el Ateneu Terrassenc.
¿Qué le ha impulsado a escribir sus "Dies i records d’infantesa"?
Albert Torras me animó a explicar todos estos recuerdos que uno tiene de pequeña, y que yo conservo muy adentro. Me acuerdo mucho, de todos los detalles, de las vivencias, de modo que salió muy fácil. Íbamos hablando y grabando. Yo soy del 41, así que el libro es un retrato de la postguerra, y de la postguerra más dura, en la que, sin embargo, fui muy feliz; sin que nos faltara nada ni nos sobrara nada, con mis hermanos, mi casa, y el hecho de vivir en un pueblo como Sants.
También es una evocación del barrio de Sants de aquella época.
Sí. No distinguí el Paral·lel de la Gran Via hasta los 16 años, porque toda mi vida era el pueblo de Sants. Allí teníamos el Orfeó, la escuela, allí íbamos a coser y a ballet, y hacíamos calle, vivíamos en la calle, porque no habían coches.
En aquella época los niños aún jugaban en la calle.
Naturalmente. Antes de ir a la escuela, en la calle, y al salir, a la calle. Y yo iba a una escuela mixta, cosa rarísima en aquella época, la del señor Calduch, o sea que aún era más divertido. Vivía en la plaza de Osca, que le llamaban la "plaça vella", y una plaza es como un pueblo dentro de un pueblo: tenías la gente allí a tocar, los padres sacaban las sillas al atardecer para contarse lo que había pasado durante el día, mientras nosotros jugábamos. Esta relación personal, tan íntima y tan bonita, es la que explico. El libro es muy de hablar de esto, de la madre, de sacar estos recuerdos. Estoy muy contenta de tal como ha quedado. Me gusta mucho la portada porque se ve el tranvía, y soy hija de la calle de al lado de la carretera, por donde pasaba.
También recuerda escapadas a Gualba, en el Vallès Oriental.
Teníamos una casita en Gualba, que venía de la familia de mi madre. Solíamos ir a pasar unos días ahí; también a Figuerola del Camp, Morell, Collbató. En casa querían que cambiáramos de aguas, para que nos hiciéramos bien fuertes y no nos constipáramos.
¿Explica cuándo comenzó a interesarse por la música?
El interés por la música se me despertó muy pronto. Cantaba en el Orfeó, tocaba el piano para el esbart, de ballets, y estudiaba música con la profesora del Orfeó, que era la misma que tenían Josep Carreras, Àngel Casas y todos los amigos. Pero el libro se corta justo antes de que empiece mi trayectoria musical, en el año 1962 o 1963.
¿Tendrá continuidad, este libro, con otro que abarque los años siguientes? Ahora muchos músicos están publicando sus memorias.
Habría mucha cosa por escribir, sí. Lo tengo claro, y no tanto, porque sería hablar de gente que aún está viva. Los años que vivimos, los de la cançó, fueron muy comprometidos. Ya veremos. De entrada, soy un poco "poruga". (Albert Torras, que está a su lado durante la entrevista, dice que sí, que la continuación de "Dies i records d’infantesa" "tardará pero acabará saliendo".)
Podría escribir sobre sus recuerdos de Tete Montoliu, por ejemplo.
Sí, el Tete. También he de hablar de él. A fondo. Sé que aquí en Terrassa es como un dios, pero el Valentí (Grau), y toda la "colla", ya sabemos como era el Tete. Un gran artista pero también un personaje muy problemático. Y claro, yo viví mucho con él. "La Feliu, como la hermana que no he tenido", decía. Hice entrar al Tete en el mundo de la cançó, con la que no tenía nada que ver. Él era de jazz, pero a través mío, al grabar el disco, entró en este mundo, y conoció a Joan Manel Serrat y a toda la "colla".
Y al año siguiente del elepé con Tete Montoliu publicó otro con un jazzman destacado, el organista norteamericano Lou Bennett.
Trabajar con Lou Bennett fue muy bonito. Era también un personaje, Lou Bennett. He tenido la suerte de actuar con los mejores músicos de jazz que ha habido en el país, pero los mejores. Así como la gente de la cançó, los cantautores, se acompañaban con guitarras, contrabajo, los géneros que yo hacía eran más complicados; eran otros, más internacionales, ligados a los standards. Y aquí entraban perfectamente los grandes músicos de jazz de Barcelona, porque teníamos un espectro de fantásticos músicos de jazz.