Terrassa

Dos joyas escultóricas vuelven al Parc de Sant Jordi

El paso del tiempo y la constante exposición a la lluvia, el sol, el frío y el viento habían deteriorado su aspecto, pero ahora lucen de nuevo pulcras y ubicadas en el espacio que ya han hecho suyo. Son “La lectora” y “La filadora”, dos esculturas que han regresado al Parc de Sant Jordi después de haberse sometido a un proceso de restauración.
Ambas figuras tienen un importante valor histórico. Datan de finales de la década de los cuarenta del siglo pasado y son una obra del escultor y coleccionista de arte Frederic Marès i Deulovol (Portbou, 1893-Barcelona, 1991).

Después de la reparación, las dos piezas se han vuelto a ubicar a cada lado de la fuente que da acceso a la zona de juegos infantiles que está próxima a la calle de Nicolau Talló. Con la actuación se refuerza el valor artístico del Parc de Sant Jordi y del entorno de la Masia Freixa, la gran joya arquitectónica de la Terrassa modernista.

Alegorías
“La lectora” y “La filadora” son unas esculturas que tienen un pasado en la ciudad. Ambas están hechas con piedra calcárea y resultan alegorías, es decir, son imágenes que cuentan con un sentido que va más allá de aquello que puede apreciarse a simple vista. “La lectora” simboliza la cultura, mientras que “La filadora” encarna la importancia del mundo textil en Terrassa.

En un origen, estas imágenes formaban parte de un conjunto más amplio, que estaba encabezado por una escultura femenina que mostraba motivos alegóricos de la ciudad. Reposaba sobre un pedestal con una inscripción: “A D. Alfonso Sala Argemí. Primer Conde de Égara”. En un principio, el conjunto (cuya inauguración tuvo lugar en abril de 1950) se situó en la Plaça Vella. Más tarde, las tallas tomaron caminos diferentes. “La lectora” y “La filadora” se trasladaron al Parc de Sant Jordi, mientras que la escultura femenina central se movió a principios de los noventa al Passeig del Comte d’Ègara, que de hecho es donde se encuentra en la actualidad. Los dos monumentos que hoy vuelven a adornar el Parc de Sant Jordi son de un estilo clasicista. La rigidez y un evidente hieratismo dominan sus formas y posturas.

Sin duda, ambos contribuyen a aumentar el patrimonio artístico del parque convertido en el epicentro del modernismo egarense.

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