Si nos olvidamos de la salud de nuestros pies, sus problemas nos recordarán que existen. En el pie encontramos un complejo sistema osteoarticular, muscular, vascular, linfático y nervioso que le confiere un diseño y arquitectura capaz de desempeñar dos funciones esenciales, según explica el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos (CGCOP) a la agencia Efe. Una es estática, dada por el apoyo y el equilibrio, gracias a la cual conseguimos una posición erecta en bipedestación; la otra es dinámica, y que nos permite la marcha y todos los movimientos.
Por eso y, dada la relevancia que nuestros pies tienen para la vida y el mantenimiento de la independencia funcional y la autonomía, sus afecciones son importantes y hay que prevenirlas y corregirlas para mantenerlos saludables. El consejo de colegios de podólogos impulsa el Proyecto Pie Saludable, una campaña de concienciación y sensibilización sobre la salud del pie. Para José García Mostazo, presidente del CGCOP, "los pies son los grandes sufridores de nuestro estilo de vida y tienen una gran capacidad para compensar los problemas que van surgiendo". Y añade que "por desgracia nos encontramos con una gran falta de educación sanitaria en el cuidado de los pies". Las consecuencias de este descuido "pueden afectar directamente a los pies, con la aparición de deformidades o artrosis, e indirectamente sobre el resto del cuerpo, como por ejemplo en la rodilla y con el desgaste anormal de la rótula que, al final, conllevará a un deterioro de la salud en general", señala.
Las revisiones, fundamentales
Respecto de la periodicidad con la que hay que acudir al podólogo para una revisión, García indica que conviene diferenciar entre la salud del niño y la del adulto. "Es importante que se vigile atentamente el normal desarrollo del pie del niño desde las primeras etapas de su vida. Por tanto, recomendaríamos como mínimo una revisión al año desde el primer año", explica.
En cuanto al adulto, "serían adecuadas dos revisiones al año para mantener una correcta salud del pie: una, de cara al invierno, para vestir el pie, y otro preparando el verano, para desvestirlo, que son dos momentos clave para el correcto cuidado del pie", añade.
El examen clínico debe incluir, por parte del podólogo, un interrogatorio para precisar si existe dolor y dónde, la presencia de alteración funcional y los antecedentes relevantes, y la observación, palpado y movilización del pie sin apoyo, en reposo y durante la marcha, para detectar cambios estructurales y disfunciones, de acuerdo al CGCOP.
Para García es conveniente acudir al podólogo, sin esperar a la revisión periódica, "ante cualquier signo de alerta del pie: dolor en la zona del antepie, que suele anticipar un problema que se está formando y que, de no tratarlo en fase inicial, puede derivar incluso en una fractura de los huesos del pie.
"También hay que consultar al podólogo si surgen alteraciones de las uñas, como el dolor que suele producirse porque se clava la uña en el rodete periungueal y puede conducir a un proceso infeccioso que puede conllevar problemas mayores" o dolor en la zona del talón, "asociado a la práctica del deporte y que puede ser tratado con aportes nutricionales o con plantillas", señala.