La historia de esta mujer, que ahora tiene 37 años, y que quiere permanecer en el anonimato, empezó como tantas otras. Conoció un chico, se enamoraron y decidieron irse a vivir juntos. Sabía que era un joven trabajador pero también celoso y amante de las fiestas hasta bien entrada la madrugada. Pensó que esto cambiaría. No fue así. El chico del cual se enamoró se volvió cada vez más posesivo, agresivo y violento. Y ella, aún enamorada, intentaba convencerse de que sus actos violentos eran pasajeros. Empezó a tener miedo y ese miedo la paralizó y la anuló hasta que la situación se volvió tan extrema que tuvo que buscar ayuda.
¿Cuándo inició su relación con su ex pareja?
Yo era muy jovencita. Le conocí con 17 años. Él tenía 21. Éramos vecinos del barrio. Él trabajaba en la misma empresa que mi padre. Un día empezó a decirme cosas y quedamos para salir. Lo normal en estos casos. Estuvimos saliendo un año y medio, y después nos fuimos a vivir juntos. Primero a casa de sus padres y después solos.
¿En esta primera etapa todo fue bien?
Sí, más o menos. Observé que era un chico muy celoso y que, poco a poco, se iba reduciendo mi entorno más personal y particular. Dejamos el círculo de amigos, mis amigas€ Mis padres se sorprendían de lo que estaba pasando. Mi padre me dijo varias veces que era un chico que tenía una actitud y un comportamiento que no era adecuado. Pero yo no hacía caso de los consejos. Estaba muy enamorada y le defendía a capa y espada. Mis padres siguieron insistiendo. Y ya se sabe que cuánto más te prohíben una cosa, más ganas tienes de saltarte la norma. Así que un día cogí la maleta y me fui de casa para vivir con él. Primero estuvimos en casa de sus padres y después nos fuimos a vivir solos. Y a partir de aquí comenzó el mal sueño.
¿Qué sucedió?
En casa de su familia se sintió más libre para hacer lo que deseaba porque estaba en un terreno que conocía y dominaba. Empezó a salir de fiesta (antes ya lo hacía) mucho más a menudo con lo que llegaba a casa en mal estado y entonces lo pagaba conmigo. Comenzaron los insultos, las discusiones, los gritos€ Empezó a levantarme la mano. Cogí miedo pero no quería que se apoderara de mí. Me convencía de que era una situación puntual, que ya pasaría.
¿La situación se agravó?
Sí pero no me daba por vencida. Me quedé embarazada de mi primer hijo y pensé que sería un motivo suficiente para cambiar. Pero no. Debo contar – y esto es importante- que mi pareja entendía salir de fiesta a tope; es decir que bebía y tomaba droga, una combinación que le hacía más agresivo y violento. ¿Y que hacía yo? Pues entré en esta espiral que, por temor, por miedo, aceptas lo que hay y te dices que él tiene un grave problema, que está enfermo, que le tienes que ayudar, que es pasajero.
¿Se dejó ayudar?
No, no, que va. No cambió ni con el primer hijo ni con los otros tres que tuve después. Los maltratos psicológicos y físicos continuaron siempre y se incrementaron. Mi ex pareja me amenazaba y me hacía mucho daño emocional y físico. He vivido situaciones que no se las deseo a nadie. Me había amenazado con una pistola de balines en la cabeza, con un cuchillo. Me había rociado el pijama con alcohol y me intimidaba diciéndome que me prendería fuego€Lo revivo ahora y en otras ocasiones, y casi no me lo creo que me pasara a mí y que haya sobrevivido a estos hechos tan terribles.
¿Y usted? ¿No pidió ayuda para salir de esta espiral de violencia?
El miedo me paralizaba. Cuando ocurría, que no era siempre, cogía los niños y los encerraba en una habitación para que no sufrieran. Y cuando me sentía presa de pánico, lo que hacía era huir con mis hijos a casa de mis padres. Pasaba allí una temporada y cuando me parecía que las cosas se habían calmado, regresaba. Vivíamos un tiempo tranquilos y vuelta a empezar.
¿Cuándo tomó la decisión de abandonarle?
Llegó un momento que lo que nos sucedía ya estaba en manos de Serveis d´Atenció a la Infància i l´Adolescència de la Generalitat, de los Servicios Sociales del Ayuntamiento y de la policía. Pero con todo yo aún seguía dándole la razón porque el miedo que tenía de que hiciera daño a mis hijos y a mí ya se había instalado en mí. Incluso una temporada tome droga por aquello de si no puedes con él, te unes a él. Pero, desde luego, no fue ninguna solución. Todo lo contrario porque mis hijos me necesitaban más que nunca. Nos habían retirado la custodia y vivían con familiares. Yo los quería recuperar. En 2006, hace ahora nueve años, todo cambió. Entró en la cárcel por presunto delito de robo. Y a partir de ahí inicié una nueva etapa.
¿Cómo salió adelante?
Con la ayuda del Servei d´ Atenció a la Infància i ´Adolescència y de familiares. Empecé a trabajar gracias a la ayuda de mi hermana y a recibir asistencia psicológica en el servicio municipal para la mujer en la Casa Galeria. Y poco a poco, con el tiempo, conseguí recuperar mi autoestima, mi estabilidad emocional y mis hijos. Primero los dos mayores y después los dos pequeños. Ya hace tiempo que vivimos juntos. Soy feliz porque después de todo lo terrible que me ha pasado a mí y a mis hijos he logrado salir adelante.
¿Ha vencido el miedo?
Miedo, miedo, no le tengo. Han pasado ya diez años. Aunque cuando voy de noche por la calle, andando, siempre me da la sensación de que veo una figura detrás de mí. Mi mayor angustia son mis hijos. El tiene una orden de alejamiento para tres años pero€ Los dos hijos mayores no quieren saber nada de su padre porque son los que sufrieron más. Tengo unos hijos muy buenos y el mayor, que ahora tiene 17 años, me protege muchísimo.
¿Cuál es su mensaje para aquellas mujeres que sufren maltratos?
Que no aguanten, que sean valientes, que lo cuenten, que lo denuncien. Cuando tu pareja te falta al respeto y te insulta –se empieza por ahí- ya no puedes esperar nada bueno. El miedo te atrapa, te anula. Buscas todos los argumentos posibles. Hay que pedir ayuda y salir adelante. No hay que tener miedo si dependes económicamente porque siempre hay una salida. Yo la he tenido.