Si fueron los mismos que, veinticuatro horas antes, inspeccionaron la persiana de tal manera que intentaron levantarla y todo, los autores del robo con fuerza en un taller mecánico fueron tres tipos, y huyeron en un coche, acaso un Opel Astra. Y casi seguro que se trató de los mismos. Sabían dónde estaban las herramientas, su objeto de deseo. Las robaron el martes de madrugada luego de forzar la persiana del taller, ubicado en la esquina de la calle de Pau Marsal con la de Wagner.
El lunes, cuando llegó a su negocio, a Julián González le informó un vecino de que unos tipos habían estado de madrugada junto a la puerta de su local, Talleres Julio. La toquetearon sin rebozo alguno, comprobaron si era vulnerable. Un vecino los vio y los grabó. Los Mossos d’Esquadra supieron de la intempestiva visita de madrugada, aproximativa, y acudieron al taller. Julián nada tenía que denunciar porque los cacos no habían llegado a violentar nada.
Quién iba a adivinar que tardarían apenas veinticuatro horas. El martes, a eso de la 1.45 de la madrugada, un vecino que paseaba su perro observó la persiana del taller medio subida, a un metro aproximado del suelo. Y llamó a la policía.
Miles de euros
Julián fue avisado. Unos ladrones habían asaltado el establecimiento. Él, en pleno sobresalto, pensó lo peor, en el coche de un cliente. Respiró aliviado, dentro de lo que cabe, cuando vio que el automóvil estaba allí, pero pronto supo que los delincuentes le habían sustraído herramientas. Unas cuantas, incluida una máquina de diagnosis, y dos maletines que sólo tuvieron que cerrar y acarrear. Quizás unos siete mil euros en instrumental.
Sabían el lugar en el que estaban las herramientas, y la puerta de la oficina ni la tocaron. Veintiséis años lleva el taller de Julián en la calle de Pau Marsal. Nunca antes había sufrido un asalto nocturno. Estos días, tras el robo, tira de herramientas prestadas por compañeros de profesión hasta que pueda aprovisionarse de material nuevo.