La temporada estable de teatro del Caet nos brindó la oportunidad el domingo de ver, "Vilafranca", de Jordi Casanovas (uno de los autores jóvenes emergentes con más proyección) y que forma parte de la trilogía que ha escrito y estrenado sobre la identidad catalana. La obra, representada en el Teatre Principal, se llevó efusivos aplausos del público. Por varias razones. Primera porque "Vilafranca" nos cuenta una historia muy próxima -la protagonista es una familia catalana- y segunda porque el trabajo actoral cumplió con todas las expectativas.
"Vilafranca" toma como excusa el "dinar de Festa Major" de una familia de esa localidad castellera para ahondar en sus deseos y frustraciones. Se trata de una gran saga. Hay los padres, tres hijos con sus respectivos maridos y esposas y los nietos. En esta ocasión (la obra nos sitúa un 30 de agosto de 1999, en plena Diada de Sant Fèlix), la familia se reúne en casa de Cristina, la hija mayor, que vive en Vilafranca, en una casa cedida en su día por los padres. En el encuentro se aprecia la huella del paso del tiempo que va dejando en cada uno y especialmente en el padre, afectado por una enfermedad degenerativa.
La reunión empieza bien, sin sobresaltos, hasta que se aborda la situación del cabeza de familia. Aquí cada hijo tiene una opinión diferente de cómo hay que solventar los cuidados que necesita el padre. Hay quien es partidario de una residencia, mientras hay quien piensa que debe estar en su casa o en casa de los hijos. Las propuestas además no son inocentes. Detrás de cada una hay intereses y en más de un caso son más económicos que emocionales. A lo largo de las conversaciones se constatan posturas egoístas, inamovibles, que van elevando el tono de las palabras y que reabren heridas del pasado no cerradas.
¿La familia de "Vilafranca" es tan feliz como parecía al principio? Pues, en realidad, no lo es. Todos, como en la vida real, tienen sus más y menos. Porque en esta familia se descubre una ambición material pero también se revela que cada uno arrastra problemas de pareja y de relación padres-hijos sin solventar.
Paleta de contrastes
La fotografía que nos ofrece Casanovas es buena, sobre todo a partir del punto en que estalla el conflicto por la situación del padre. El autor dibuja con acierto a cada uno de los personajes, su forma de ser y la situación en la que viven nos resulta próxima en seguida.
La interpretación es muy coral pero subraya el protagonismo de los hijos, especialmente de Cristina, la hija mayor, personaje a cargo de Lluïsa Castell, pero también de su hermano (David Bagés) y de su hermana (Àurea Márquez). Nos gustó el giro (tardó en llegar) que da esta fotografía del clan familiar y su paleta de contrastes. Nos sorprendió gratamente, por ejemplo, muchas secuencias en doble o triple plano en las que se visualiza la ambición de los hijos frente a la soledad de un padre enfermo y la vitalidad de unos jóvenes cargados de proyectos e ilusiones.
Todos los actores hacen suyo el papel, lo defienden con matices y las escenas más dramáticas conmueven. Destacar el trabajo de Manel Barceló, en el papel del padre. Barceló, que ha hallado el equilibrio perfecto, nos ofrece unos pasajes con su hija Cristina, cuando era pequeña, (interpretada por Georgina Latre), que son una maravilla.
LA FICHA
"VILAFRANCA". Obra y dirección de Jordi Casanovas. Intérpretes :Marta Angelat, David Bagés, Manel Barceló, Lluïsa Castell, Georgina Latre, Vicky Luengo, Àurea Màrquez, Marc Rius, Manuel Veiga, David Vert y Anna Ycobalzeta. Domingo, 18 de octubre. Teatre Principal (plaza Maragall, 2)