El glaucoma es una enfermedad visual crónica que daña el nervio óptico y no causa molestias hasta que su evolución es muy avanzada. Se trata de una "ceguera silenciosa" que siempre debe ser objeto de control por parte del oftalmólogo, dado que la mayoría de las veces tanto el diagnóstico como su evolución pasan inadvertidos. De hecho, menos del 50% de los pacientes con glaucoma saben que lo sufren antes de quedarse ciegos, según se dio a conocer en el último congreso de la Sociedad Española de Oftalmología, celebrado en Sevilla. Más de 200 especialistas en oftalmología se dieron cita en el simposio de Alcon "Nuevas opciones de tratamiento del glaucoma" para saber nuevas estrategias para actuar contra este mal ocular.
En la actualidad, más de 67 millones de personas sufren glaucoma en todo el mundo, cifra que se prevé que aumentará hasta los 80 millones en los próximos años.
Actualmente se distinguen dos variedades de la enfermedad: el glaucoma primario de ángulo abierto y el de ángulo cerrado. El primero es responsable del 74% de los casos y "está muy asociado a la edad pues aparece con el transcurso de los años. A partir de los 40 años empieza a manifestarse aunque el pico máximo surge a los 60 años", señala la doctora Mª Isabel Canut, oftalmóloga de la Unidad de Glaucoma del Centro de Oftalmología Barraquer de Barcelona y directora del simposio.
La presión intraocular
El principal factor de riesgo del glaucoma es la presión intraocular (PIO) elevada, que se agrava con la edad y que constituye el único factor de riesgo tratable. "Se trata de una enfermedad crónica que puede llegar a ser grave si no está controlada. De hecho, el glaucoma no tratado lleva a una pérdida del nervio óptico irreversible y, por lo tanto, el paciente no puede recuperar la agudeza visual", apunta la misma doctora.
Los especialistas insisten en la importancia de las revisiones para la detección precoz de una patología asintomática. Son fundamentales las visitas periódicas al oftalmólogo, más aún, cuando existen factores de predisposición: más de 40 años, antecedentes familiares, miopía, diabetes, hipertensión arterial o enfermedades cardiovasculares, entre otros.
Al respecto, la doctora Maria Isabel Canut señala que "la eficacia, tolerancia y cumplimiento del tratamiento son pilares básicos en el control de esta patología". Un mal que no se cura pero que si se detiene y puede estar bajo control si el enfermo cumple con el tratamiento sin saltárselo. Respecto a los últimos avances farmacológicos para frenar esta patología los especialistas conocieron un nueva opción para el tratamiento del glaucoma. El fármaco, Simbrinza®, ha sido aprobado por la Unión Europea para reducir la presión intraocular elevada (PIO) en pacientes adultos con glaucoma de ángulo abierto. Con la administración de una gota en el ojo(s) afectado(s) dos veces al día, combina dos reconocidos tratamientos para reducir la PIO elevada en un mismo envase multidosis.
El tratamiento láser
Además del empleo de fármacos para tratar esta patología existe la opción del láser en diferentes modalidades que se ajustan a las necesidades y diagnóstico de cada paciente. La iridotomía láser, habitualmente de carácter preventivo es muy eficaz en el ataque agudo de glaucoma. La trabeculoplastia láser trata glaucomas de ángulo abierto según su fase evolutiva.