Más de 36 mil alumnos de infantil, primaria y secundaria estrenaron ayer un nuevo curso escolar. El primer día de clase estuvo marcado por la normalidad y apenas hubo incidencias destacadas en la movilidad. El dispositivo puesto en marcha por el Ayuntamiento, con un total de 91 agentes, funcionó tal como estaba previsto., según fuentes municipales y hubo pocas retenciones más allá de las puntuales y en el Centre.
El regreso a la escuela, como es habitual, cambió de entrada el paisaje de la ciudad. Hacia las 8.30 de la mañana las calles próximas a los centros educativos se poblaron de niños, con sus padres o no en función de la edad, cargados con sus mochilas llenas de cuadernos y libros. La mayoría de alumnos llegaron muy puntuales por lo que tuvieron que esperar unos minutos a que abrieran las puertas.
En ese “impasse” se produjeron las escenas de todos los años. Los niños de más edad se mostraban contentos de reencontrarse con sus compañeros y maestros mientras que los más pequeños, los de 3 años, miraban a su alrededor en un gesto de no entender nada o casi nada. En la Escola Pau Vila de Can Jofresa, lugar donde se desplazó este diario, alumnos y familias se fueron agrupando frente a las dos puertas de acceso, una destinada a los de más edad y la otra para los párvulos.
Lucía y Marina, de 6 años, que estrenarán este curso la primaria, se mostraban felices y sonrientes. Contaron que son muy amigas y que les gusta ir a la escuela y que lo pasan muy bien especialmente en clase y también en el patio. Ariadna y Anna, de 8 y 9 años, también comentaron que les une una gran amistad. Ariadna indicó que su asignatura preferida es el inglés mientras que Anna señaló las matemáticas. Este grupo de alumnas se mostraban tan relajadas o más que sus madres y padres los cuales coincidieron en señalar que “ya teníamos muchas ganas de que empezara el cole”. Su estado de ánimo contrastaba con el de los más pequeños y también de sus progenitores que estaban mucho más inquietos. Marc, de 3 años, pedía subir a brazos de su padre, David, a pesar de que su hermano Oriol, de 6 años, le reclamaba para que jugara con él a las carreras. Y es que Oriol se había traído de casa dos coches de juguete. “Este coche, el Francesco, es italiano y está preparado para competir”, explicó Oriol, quien al sonar el timbre, lo recogió en seguida y se lo puso en la mochila.
Recién llegados al sistema
Nueve de la mañana. Apertura de puertas. Los docentes salieron a dar la bienvenida y los alumnos fueron entrando al tiempo que se despedían de sus padres y estos sacaban el móvil para inmortalizar el instante. A los pocos minutos sólo quedaron los niños de 3 años, los cuales siguieron el mismo camino acompañados de sus progenitores. En las aulas para esa edad hubo ratos de todo. En la de P3 A todo funcionaba como una seda mientras que en la de al lado, la B, era un valle de lágrimas. Zaid lloraba y lloraba y había arrastrado consigo a Víctor e Ivan, mientras que Cristina, Dayna y Salma pintaban o jugaban con muñecas.
Las tutoras de estos cursos exhibían tanto mimo como paciencia. La maestra Anna Carmona explicó que “el primer día es muy especial para ellos y para nosotras. Hay nervios, muchas emociones”. Su compañera Míriam Fernández agregó. “Influyen muchos aspectos. Depende de nosotras, de la confianza que generamos, y también de las familias, de si estas han preparado a sus hijos para el cambio. Y también cuenta la suerte”.
Tras unos diez o quince minutos, las dos clases de P3 eran ya un bálsamo, lo que permitió a las docentes un respiro porque al cabo de una hora entraba otro grupo nuevo de la misma edad. Fernández explicó que “ahora son pocos niños en el aula porque realizan un periodo de adaptación de tres días y solo vienen una hora diaria. Durante esta fase procuramos que se familiaricen con las nuevas caras y con el espacio”.
Las clases de P3 del Pau Vila mostraban ayer una ratio que es un sueño: siete u ocho alumnos. Un número que se incrementará a veinte o más a partir del jueves próximo. El colegio público, que este curso cumple cuarenta años, contará este curso con unos quinientos alumnos de infantil y primaria y un equipo de 35 docentes. La directora Laura Castillo definió el centro muy arraigado al barrio y de alumnado de origen muy diverso. Entre los proyectos que lleva a cabo destacó los programas de colaboración pedagógica con la Escola Bressol Ginesta y el Institut Can Jofresa, así como el fomento de las nuevas tecnologías y de los hábitos saludables (THAO).
La escuela de Can Jofresa, junto con la Escola Bressol Moisés, fue objeto de visita del alcalde en el inicio escolar. Ballart, que se felicitó por un regreso tranquilo, reiteró “la importancia de la educación para fomentar la igualdad de oportunidades y la cohesión social”. Asimismo volvió a lamentar la falta de compromiso del Govern en la costrucción de los institutos de secundaria Can Roca y Les Aimerigues, y la Escola Sala i Badrinas. El alcalde se desplazó al Pau Vila porque allí se han realizado mejoras en la pista polideportiva. La reforma se enmarca en el paquete municipal de inversiones en escuelas que asciende a 740 mil euros. En la visita estuvo acompañado por la concejal de Educación, Rosa Ribera, y el concejal de Servicios Sociales y Juventud, Noel Duque.