Terrassa

Hace cien años los catalanes vieron por primera vez la estelada actual

Catalunya lució ayer cientos de miles de senyeres estelades en sus calles, sus balcones e incluso encima de sus ciudadanos a través de camisetas o bambas. Una ubicación en concreto, la avenida de la Meridiana de Barcelona, fue epicentro de concentración de este símbolo, que se ha convertido en la insignia independentista por excelencia.
Una insignia que se utilizó por primera vez durante la Primera Guerra Mundial para reivindicar la catalanidad. En concreto, fue el voluntario Camil Campanyà quien se la llevó al frente de Verdún (Francia) en 1915, donde se había alistado junto con centenares de compañeros para defender la libertad de las naciones libres de Europa. Campanyà feneció en la batalla, y tras su entierro en París, fue amortajado con aquella bandera, que un compañero retornó a la Unió Catalanista, la entidad que se la había entregado.

Recuperar una pieza histórica
Desde el 8 de septiembre, el Museu d’Història de Catalunya expone esta pieza centenaria de la historia de Catalunya en el espacio provisional “El Museo presenta”. Un hecho que es posible gracias al trabajo que se realizó en el Centre de Documentació i Museu Tèxtil de Terrassa (CDMT), pues allí fue donde se restauró tan preciada tela.

De noviembre de 2013 a febrero de 2014, las conservadoras Montserrat Xirau y Beatriz Urbano del CDMT se encargaron de restaurar la que se conoce como “Estelada de Verdum” o “Estelada del Doctor Solé i Pla”. Se trata de una pieza que corresponde, según la descripción de las profesionales, a la “representación de la senyera estelada, emblema del independentismo catalán, según el diseño que se le atribuye a Vicenç Albert Ballester”.

Se trata de una bandera, manchada y deteriorada, de la cual solo se conserva el tercio superior de 85 x 172 centímetros. Es una tela cuatribarrada de lana con el triángulo azul de algodón y la estrella blanca en medio. El conjunto del triángulo (uno delante y otro detrás) no está cosido a la tela, sino que se superpone mediante broches metálicos a presión, aunque solo se conservan los de una parte.

El doctor en historia Joan Esculies explica que “el hecho que los triángulos se puedan quitar y poner se debe a la idea que la estelada es una bandera provisional, ya que sus creadores consideraban que, una vez conseguida la independencia, la que debería lucir era la bandera catalana tradicional, sin triángulo azul ni estrella”.
El azul simboliza el cielo o la humanidad, y la estrella de cinco puntas de color blanco que se encuentra en el centro del triángulo, la libertad.

Los trabajos de conservación y restauración se basaron en el criterio de mínima intervención y “el máximo respeto por la integridad y la historia de la obra”, con la finalidad de conseguir la máxima estabilidad y mejorar su lectura. Por eso, desde el Centre de Documentació i Museu Tèxtil de Terrassa se decidió realizar las mínimas intervenciones posibles para frenar el avance de las degradaciones pero que estuviesen en equilibrio con la conservación de las marcas de su trayectoria, teniendo en cuenta que ya no es una pieza de uso.

Para ello se aplicaron las técnicas más actuales, con “materiales estables y compatibles entre ellos y con la obra” para garantizar al máximo su durabilidad y reversibilidad. Así se limpió, se humidificó el tejido para “relajar” las fibras, se consolidaron los tejidos (para frenar el deterioramiento), se realizó un soporte para permitir la exhibición de la bandera en optimas condiciones y finalmente se recolocó el triángulo en la bandera.

Se dice que el autor de tan mítico símbolo fue Vicenç Albert Ballester, piloto mercante que, tras estallar la Primera Guerra Mundial -también conocida como Guerra de las Naciones- pensó que era el momento idóneo para modernizar la sociedad europea.

Joan Esculies, quien ha estudiado de manera muy profunda la estelada, afirma que su concreción tuvo lugar en el marco de esta voluntad de internacionalización catalana y que hacía como mínimo once años que rondaba por las mentes de algunos miembros de Unió Catalanista, al amparo de la cual surgió el separatismo catalán. Estos “admiradores de los independentistas cubanos querían evidenciar la lucha del catalanismo separatista incluyendo, al estilo de la bandera cubana, una estrella de cinco puntas a la bandera cuatribarrada. Es decir, mostrar la voluntad de contar con un estado en el marco de una federación o confederación española o ibérica”, explica Esculies.

Cien años de vida
El 11 de septiembre de 1915, un gran amigo de Ballester, el doctor en medicina Joan Solé i Pla, y seguramente él mismo, dieron una bandera estelada (la que se restauró y ahora se presenta en el MHC) a tres catalanes que luchaban en la Legión Extranjera francesa y se encontraban en Barcelona de permiso.
Según un relato de Solé i Pla, se envió al frente de guerra a Campanyà i Mas, un chico que no se puede descartar que fuese uno de los tres catalanes mencionados anteriormente según el historiador Esculies. Campanyà murió allí, y aunque el doctor aseguraba que la estelada había envuelto su cuerpo, lo más probable para Esculies es que eso fuera una mitificación. No obstante, y no se sabe cómo, la estelada regresó a manos del doctor, quien fue el receptor por ser presidente del Comité de UC. Solé i Pla la escondió en un armario con doble fondo de su casa de la calle Septimania. Terminó guardándose en el desván de la misma vivienda, donde vive la nieta y donde se conservó hasta su restauración.

Tras ser expuesta en 2008 y en 2014, el histórico estandarte vuelve a mostrarse en publico en el Museu d’Història de Catalunya. Esto ha sido posible gracias a la petición de un centenar de intelectuales, historiadores, periodistas, empresarios y activistas de todo el territorio catalán, que reclaman que la estelada sea expuesta de manera permanente y en un lugar de honor del MHC.

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