Primero fue el puñetazo a ella, a su pareja, y luego la amenaza, el "te mato, espero a que llegue tu hija y la mato también", y más puñetazos en la cabeza. Y le metió un dedo en el ojo, y la acuchilló en la cara, el cuello, el tórax, la espalda y los brazos. Eso dice la sentencia que ha condenado a C. E. F. H., el acusado de la agresión, a cinco años de prisión por intento de homicidio.
La pareja estaba en su domicilio, en la carretera de Montcada. Eran las 6.30 de la tarde del 6 de junio del 2014. Discutieron, con calor, y él soltó un puñetazo a la víctima. Según la sentencia, le dijo: "lo tengo todo planeado ya; en la situación en la que estoy te mato, te dejo en la habitación, espero a que llegue tu hija y la mato también a ella, después me mato yo o me entrego a la policía".
Cogió un cuchillo de cocina de la mesa del comedor. Un cuchillo de unos veintidós centímetros de largo, con dientes de sierra en su hoja. Estiró con fuerza del pelo a la mujer y le propinó puñetazos en la cabeza, al tiempo que intentaba clavarle el arma blanca. Pero ella era hueso duro de roer y se resistió con fiereza, y "pudo repeler la agresión al conseguir doblar la hoja del cuchillo con sus manos".
La víctima no se daba por vencida, pero él tampoco. Según la resolución, le metió un dedo en el ojo, la volvió a agarrar del cabello "y la arrastró por el docimilio" hasta que la mujer cayó, a la altura del lavabo. Y entonces sí, entonces él lanzó una puñalada tras otra, en una vesánica sucesión, y le dio en el cuello, en la cara, también en la espalda , el tórax y los brazos. Quería matarla, dice el tribunal, de la sección 22 de la Audiencia Provincial.
No consiguió quitarle la vida porque ella ofreció una tenaz resistencia, añade la resolución. La mujer, jadeando de horror y supervivencia, logró abrir la puerta de la vivienda, de aquel ático trocado en infierno aquella tarde. Se hizo con el arma y la tiró afuera. El procesado corrió hacia el rellano para recuperar el cuchillo y ella aprovechó eso para dejar fuera al agresor, según el tribunal.
La víctima sufrió dos heridas incisas en la mano derecha (también una mordedura), otra en la izquierda, tres más en el brazo izquierdo, y otras tres en la cara anterior del tórax, y dos en la posterior. Y una en el labio superior. En la cara, una cuchillada la hirió desde el tabique nasal izquierdo hasta un centímetro de la inserción del cuero cabelludo; esa herida requirió nueve puntos de sutura. Otra, de nueve centímetros, empezaba en la ceja izquierda y discurría hasta la base de la oreja. La mujer presentaba dos heridas más en la nariz. Y qué decir de los hematomas múltiples en los brazos.
El acusado quería matar a su compañera sentimental, si bien, según la sentencia, las lesiones no entrañaron riesgo vital.
Él no reconoció los hechos. Sí una discusión, motivada porque él le pidió explicaciones por unos mensajes en el móvil, porque quedaba con otro. Y contó él que fue ella la que empezó a arañarle a él, y que fue ella quien cogió el cuchillo y saltó sobre él, que la desarmó. La mujer volvió a agarrar el cuchillo, que fue objeto de disputa, y en ese fragor estaban cuando ella se hirió, fruto de la pelea por el arma blanca.
Era ella, según el testimonio del procesado, la que profería amenazas continuas, la que ya lo había acusado antes, la que advertía que se iba a autolesionar. Y añadió que él también resultó herido (padeció erosiones en las manos y dolor en un pie) y que salió de la casa al tiempo que espetaba a la mujer "ahí te quedas". La versión de la víctima fue la contraria, la contenida finalmente en una sentencia que considera más verosímil el relato de la mujer "a tenor de la realidad de las lesiones de arma blanca". No había testigos directos, pero "basta un análisis crítico de la prueba" para lograr la convicción "de que fue el procesado quien agredió a su pareja y no al revés".
Los Mossos d’Esquadra que acudieron al domicilio vieron el cuchillo doblado, y las manchas de sangre que salpicaban la vivienda desde el recibidor, por el pasillo, y en el comedor, recorrido que guarda coherencia "con la narración que la víctima efectúa de que le propinó un puñetazo y le agarró del pelo y la arrastró por el pasillo mientras le iba clavando el cuchillo". Un mosso declaró que el acusado, descamisado, con el torso manchado de sangre, se arrodilló al ver a los policías y les dijo: "he sido yo", y después les manifestó que la discusión había principiado por los celos y que había tenido que apuñalar a su pareja. Ella estaba en el balcón, llena de sangre. Dos mossos abrieron de un golpe la puerta del balcón.
Según el fallo de la sentencia, el procesado, paraguayo de 56 años, ha sido condenado a una pena de cinco años de prisión por un delito de homicidio en grado de tentativa, con la circunstancia agravante de parentesco. Durante cinco años, a sumar después de la privación de libertad, no se podrá acercar a menos de mil metros de la víctima, ni comunicarse con ella.
La indemnización
9.366 euros. La sentencia establece que el condenado debe pagar a la víctima 9.366 euros: 881 por las lesiones y 8.485 por las secuelas