Apenas dos meses antes del inicio de la Guerra Civil, en el Teatre Alegria los terrassenses pudieron ver la actuación del hipnotizador Blacaman, que había impresionado por sus espectáculos en medio mundo. ¿Era un farsante, tenía poderes especiales…? Gabriel García Márquez se fijó en él y le dedicó un relato corto.
“Desde el primer domingo que lo vi me pareció una mula de monosabio, con sus tirantes de terciopelo pespuntados con filamentos de oro, sus sortijas con pedrerías de colores en todos los dedos y su trenza de cascabeles, trepado sobre una mesa en el puerto de Santa María de Darién, entre los frascos de específicos y las yerbas de consuelo que él mismo preparaba y vendía a grito herido por los pueblos del Caribe, sólo que entonces no estaba tratando de vender nada de aquella cochambre de indios sino pidiendo que le llevaran una culebra de verdad para demostrar en carne propia un contraveneno de su invención, el único infalible, señoras y señores, contra las picaduras de serpientes, tarántulas y escolopendras, y toda clase de mamíferos ponzoñosos”.
Así empieza el cuento titulado “Blacaman el bueno. Vendedor de milagros”, publicado en el conjunto de relatos breves que lleva por título “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”. Su autor, el Premio Nobel Gabriel García Márquez.
En este cuento, el gran escritor latinoamericano explica la historia de un adivino que iba de pueblo en pueblo intentando vender una serie de productos milagrosos que en realidad no servían para nada. Estafaba a la gente, pero tenía mucho predicamento. Necesitaba un ayudante y García Márquez crea a Blacaman el bueno.
Y un personaje singular llamado Blacaman existió. En él se inspiró García Márquez para crear este relato breve de no fácil lectura, de estructura compleja en la que utiliza párrafos interminables, frases muy largas, con muchas oraciones subordinadas y prácticamente los únicos signos de puntuación son el punto y la coma.
Sí, existió Blacaman. Fue un hombre lleno de unas rarezas que le aportaban una aureola de magnetismo. Fue un conocido faquir. También dicen unos que fue un gran hipnotizador de animales, desde cocodrilos hasta leones, y dicen otros que fue un farsante. En todo caso, Blacaman actuó por medio mundo… y lo hizo también en Terrassa.
Tensa normalidad
Era el mes de mayo de un convulso año 1936. Apenas faltaban dos meses para que se iniciara la Guerra Civil. La ciudad, ajena a los tres difíciles años que se avecinaban, vivía el día a día con una normalidad que pronto dejaría de serlo. Los terrassenses se entretenían con los deportes, yendo a ver al Terrassa FC o a presenciar las habituales veladas de boxeo que se organizaban; o preferían disfrutar del asociacionismo, en las actividades del Centre Excursionista o, por ejemplo, practicando el esperanto , muy en boga en aquel momento en la ciudad, dentro del Grup Lumon; o preferían acudir al cine o a alguno de los espectáculos que se organizaban. En aquel mayo de 1936 en el Cinema Doré se proyectaba “El Cuervo”, con Boris Karloff y Bela Lugosi, “la darrera producción terrorífica de la Universal; el més terrorífic que s’ha filmat” –decía la publicidad- Y en el Teatre Alegria brillaba con luz propia el enigmático Blacaman, presentado como “un espectacle mai somniat ni vist a Terrassa”.
Pero, ¿quién era Blacaman? Sí, efectivamente era presentado como un faquir y un hipnotizador de animales que triunfó en las décadas de los veinte, treinta y cuarenta del siglo pasado. Pese a mantener oculta su verdadera identidad –eso le aportaba todavía un mayor halo de misterio- al parecer su nombre auténtico era el de Aversa Blacaman y se supone que había nacido en el año 1902 en la ciudad de Calcuta. Decía ser hijo de artistas, de madre italiana y padre hindú.
De pollos a cocodrilos
Comenzó su carrera con números de prestidigitación y faquirismo, para después llegar a hipnotizar a animales grandes, ya que esto causaba gran furor en el público. De hecho, empezó hipnotizando pollos y otros pequelños animales de granja, pero más tarde su gran atracción era el poder hipnótico hacia los grandes animales. Tigres, leones y cocodrilos permanecían quietos ante él, con sus fauces abiertas, sometidos a un Blacaman que vayan a saber si eso lo conseguía con sus supuestas facultades o tras haberlos amaestrado. Pero causaba una gran impresión y por ello triunfaba.
Llegó a tener su propio circo, “The Blacaman Circus” y en él había distintas atracciones. Viajaba –se dice, probablemente exagerando- con cincuenta leones, ochenta cocodrilos y toneladas y más toneladas de material. Era un circo grande para la época. Y él era el gran protagonista, con su pelo afro que le daba ese aire especial que por supuesto ayudaba en el espectáculo.
Blacaman actuó en Terrassa en una gira por distintos países europeos, actuando en España en escenarios como el Price de Madrid o el Teatro Circo Olympia de Barcelona. Este último equipamiento estaba situado en la ronda de Sant Pau junto al Paral·lel. Era un edificio de estilo neoclásico que se abrió en diciembre de 1924 y se clausuró en febrero de 1947 tras albergar numerosos espectáculos de todo tipo en su gran escenario y deleitando a los seis mil espectadores que cabían en este teatro lamentablemente desaparecido y que por sus características fue denominado como “el Liceu del Paral·lel”. Pues bien, Blacaman llegó a Terrassa procedente de este teatro barcelonés, y se trajo a nuestra ciudad todo su elenco de artistas. “50 artistas internacionales, 50”, indicaba el cartel, en el que se presentaba a Blacaman como “el misteriós fascinador de feres amb els seus trenta lleons, cocodrils i serps boes gegants”. No sabemos, sin embargo, a ciencia cierta, si actuó en Terrassa con algunos de estos animales. Sí que lo hizo con varios números artísticos, que por sus nombres parecen ciertamente singulares: Eno Frazere, que se anunciaba como “l’asombrós gimnasta americà que executa el treball més audaç”; los “excèntics” Nito and Rubins; las Águilas Humanas “amb els seus trapecis volants de la mort”; Los 7 abisinios abdullahs –atención con el nombre- que se presentaban como “acròbates icaris amb els seus salts i piràmides”; Señalada y Muchuca, que en la publicidad los presentaba como “intermediaris” -¿?-, y Les Rubians, “els més cèlebres clowns parodistes musicals”.
“Força expectació”
En fin, la cuestión es que realizaron cuatro funciones en el Teatre Alegria de Terrassa, con dos sesiones, tarde y noche, el martes día 12 de mayo de 1936 y otras dos el miércoles día 13. Apenas hay referencias de este espectáculo, aparte del anuncio insertado en el periódico terrassense L’Acció. En este mismo rotativo, se publicaba también una nota que decía textualmente lo siguiente: “Aquest matí –se refería al propio martes día 12- hem tingut ocasió de contemplar el gran embalum d’equipatge que amb motiu de l’espectacle que té lloc al Cinema Alegria, del qual en forma part el conegut faquir hindú Blacaman, arribà ahir a la tarda, a la nostra ciutat”. En esta nota se añadía que “el susdit equipatge consisteix en unes sòlides caixes de ferro a l’interior de les quals hi van les feres del misteriós personatge. La presència de Blacaman ahir a la tarda causà força expectació pels carrers de Terrassa”. Y auguraba que “L’animació a l’escenari de l’Alegria avui era grandiosa. La nombrosa companyia que durant avui i demà actuarà en aquell cine, estava donant les instruccions precises per l’èxit de l’espectacle a Terrassa”.