Las rutinas que marcan y determinan el día a día en las ciudades contemporáneas nos facilitan la vida pero también nos esclavizan. Nos atan a lo cotidiano y nos alejan de nuestra esencia, de aquello que fuimos cuando éramos más naturaleza y menos asfalto. De esa ambivalencia, de ese pulso constante entre lo necesario y lo auténtico nos habla Luis M. Andrés en "El ser sin bastón" (Punto Rojo Libros), una selección de sesenta poemas cargados de ironía donde el inexorable paso del tiempo, la urbe y la existencia pautada y cíclica están siempre presentes.
Redactor de la sección de Economía en Diari de Terrassa, Andrés compagina su trabajo como periodista con su pasión por la creación poética. Este es el primer libro que publica. Son poemas escritos en los últimos años y no le ha resultado fácil darlo por acabado. Meticuloso y perfeccionista con el lenguaje, busca emocionar y sorprender al lector, tal vez hacerle sonreír. ..Y lo consigue rastreando la "chispa" en un recoveco inadvertido de situaciones comunes, cotidianas, que nos son familiares a todos. "La idea puede aparecer por una visión, cuando a algo cotidiano parece que le veas la espalda", explica.
No es una poesía alegre, aunque Andrés tampoco acepta que se la califique de triste. "Es ácida, describe aquello a lo que estamos abocados. En ese sentido es una poesía vital, en el sentido de que habla de la vida". En la temática predomina el amor, el paso del tiempo, el envejecimiento. Y la ciudad que todo lo condiciona. Cómo si las palabras le sirvieran de estilete para luchar contra un modo de vida en el que no acaba de encajar. "Los habitantes de las ciudades estamos obligados a cumplir con una serie de rutinas provechosas y rentables, pero que a su vez son exigentes y a la larga nos hacen vivir peor", subraya.
Y es en esas rutinas donde encuentra su principal fuente de inspiración, donde conjuga "la preocupación por el paso del tiempo" con los gestos más íntimos, "cómo mirarse al espejo cada día y no ver el día en que uno se hace viejo", uno de sus poemas más breves que impacta precisamente por contener una alta carga de verdad, por ser cierto. "Somos culpables de que el tiempo sea veloz e irrespetuoso", afirma mientras contrapone la urbe, "con su cosecha de asfalto" a una naturaleza idílica, "con una génesis de quietud" donde los "hombres antiguos amaban sin formas, entre el diseño de las rocas".
Volver a empezar
Luis M. Andrés (Terrassa, 1964), empezó a escribir muy joven, pero rechazó muchas de sus creaciones por considerarlas "inmaduras" y finalmente abandonó esta afición. Hace diez años, retomó la escritura. Obtuvo varios premios y eso le animó a continuar. Entre sus influencias destaca Félix Grande, la Generación del 27, Sylvia Plath, Jaime Gil de Biedma y, ya más recientemente, autores como Chantal Maillard, Concha García o Antonio Gamoneda.
La suya es una poesía sintética, original, que huye de lo narrativo, que echa mano de una depurada sensibilidad para exprimir las ideas hasta encontrar la esencia. Y por eso conecta con el lector. Porque le pone delante, con palabras precisas e imágenes novedosas, aquello que vive a diario pero que no es capaz de ver.