Uno de los grandes nombres de la cultura terrassense del siglo XX, y uno de sus más importantes activistas, Salvador Alavedra Invers, falleció el miércoles a las ocho de la tarde, a los 96 años. Le sobreviven sus seis hijos, Anna, Ferran, Manel, Victòria, Salvador y Ricard.
La exposición “Salvador Alavedra. El dibuix i la música”, que pudo verse en el Centre Cultural Terrassa hasta el pasado domingo, había devuelto a la actualidad cultural a este polifacético apasionado de las artes, nacido en Terrassa en 1919, en un ambiente familiar en el que ya existía un fuerte interés por la cultura (su padre, Valentí Alavedra, era aficionado a la pintura y la escritura). Salvador Alavedra lo tuvo toda la vida y hasta el final. En la pasada edición del Festival de Jazz, aún pudo vérsele, en silla de ruedas, en los conciertos de la Plaça Vella, cercana a su domicilio.
Alumno de Tomàs Viver
De muy joven, Salvador Alavedra comenzó a moverse en los ambientes artísticos de Terrassa, especialmente en Amics de les Arts, donde asistía a las sesiones de dibujo de modelos. También fue alumno de la Escola d’Arts i Oficis, donde tuvo como maestro al pintor Tomàs Viver. Como a tantas personas, el estallido de la Guerra Civil truncó lo que posiblemente fueron sus aspiraciones de convertirse en un artista profesional (trabajo en el sector textil y como contable). Como artista, se consideraba un autodidacta, pero en los años ochenta volvió como alumno a la Escola d’Arts.
Su dedicación a la cultura solo en horas libres no impidió que Alavedra desarrollara una intensa actividad en campos muy diversos. Es conocida su colaboración en diversas entidades de la ciudad: el Retaule Artístic, Òmnium Cultural, la Associació de Col·leccionistes de Terrassa (ex Grup Filatèlic), de la que era el socio más antiguo y, especialmente, Amics de les Arts (y también algunas de foráneas, como el Círcol Artístic de Barcelona o la Societat Catalana d’Estudis Litúrgics). Alavedra presidió Amics de les Arts entre 1970 y 1972, cuando la inauguración de la Jazz Cava, y puso dinero de su propio bolsillo para que se pusiera en marcha. La de mecenas fue una de sus facetas más asombrosas, y también de las más desconocidos, por la discreción con que siempre la ejerció. Cuando los escritores Agustí Bartra y Anna Murià se instalaron en Terrassa, el 13 de fe brero de 1971, lo hicieron en un piso de la calle de Avinyó cedido por Salvador Alavedra. La biografía a fondo del personaje que nos falta debería sacar a la luz las ayudas que hizo a escritores (Iu Pons), artistas (Josep Badia) y entidades e iniciativas locales.
Autor de seis libros
A principios de la década de los cincuenta, Salvador Alavedra tiene 50 años, es su época de mayor implicación en las entidades terrassenses, y comienza a escribir libros. En 1972 publica el primero, “Cartes a Anna”, dedicada a una de sus hijas. Junto a un centenar de dibujos de su autoría, presenta sus recuerdos sobre sus años de juventud, y el ambiente artístico de la Terrassa de entonces. En 1974 aparece “Passió, mort i resurrecció de Nostre Senyor Jesucrist”, conjunto con Vicenç Villatoro. Tres años después publicaría “Gargots i mala lletra”, un conjunto de dibujos, con textos de su amigo Manel Junyent. Otros libros suyos son “26 plafons de ceràmica catalana”, “El retaule barroc de Joan Monpeó a Terrassa” y “El projecte Isaïes”, sobre el altar del Sant Esperit. Y aún hay otras facetas menores de Salvador Alavedra, como la de numismático o investigador en temas de arqueología.