Los ladrones, esta vez, no recurrieron a la pregunta por una dirección o al manoseo y el abrazo sin pretextos para cometer el robo. Esta vez la engañifa desplegada fue la del "timo de la mancha". Los delincuentes se acercan a la víctima y se ofrecen para limpiar sus ropas, que previamente han manchado con disimulo. Así robaron el lunes la cadena de oro a una mujer de 75 años en el barrio de Vallparadís.
Eran dos, una pareja, jóvenes ambos. La víctima empujaba un carro de la compra. Al parecer, iba camino de una entidad bancaria para dirigirse después a un supermercado. En la calle de Salvador Busquets, cerca de la confluencia con la carretera de Castellar, se le aproximaron los delincuentes. Merodeaban por la zona en busca de un objetivo, y la eligieron a ella.
Son buenos en lo suyo, en el desarrollo del ardid, en marear a las víctimas, inmersas en una retahíla de argucias y movimientos que las despista hasta el punto de perder dinero, o joyas. Una joya fue lo que arrebataron los ladrones a la asaltada en Vallparadís.
Uy, le dijeron, como le ha puesto la paloma. ¿Qué paloma? Una paloma había defecado sobre la transeúnte, según los delincuentes. Hicieron aspavientos para adornar su impostura. Mire, mire, le dijeron mientras se mostraban solícitos a más no poder y sacaban toallitas húmedas para limpiar por aquí, y por allí, mire como está, madre mía. Y, en efecto, algo había. Ella, la víctima, observó manchas de algo amarillento. Sí, quizás eran heces de ave. Las vio, por ejemplo, en el carro de la compra. Los asaltantes le tocaron la cabeza para despojarla de aquellos supuestos vestigios excrementicios. Y, visto lo visto, le tocaron la nuca.
Se desconoce cuánto duró la impostada tarea limpiadora de los ladrones, pero estas acciones delictivas suelen ser rápidas, dada la pericia de los malhechores y su necesidad de no tensar mucho la cuerda de la escena en plena calle. La pareja se marchó, dejando allí a una mujer de 75 años anodadada, pero confiada en la buena voluntad de los "limpiadores".
Era mostaza
Siguió ella su itinerario y arribó a su domicilio, en el mismo barrio, en Vallparadís. Y fue al llegar a casa, cuando, tate: se palpó el cuello y la cadena, aquella cadena de oro con una medalla de la Virgen del Pilar, no estaba donde debía estar. Pensó la mujer, ató cabos. Aquellos dos se la habían robado en el fragor del adecentamiento.
La víctima llamó a la Policía Municipal, y una dotación se presentó en su casa y la acompañó a la Jefatura para la presentación de la denuncia por el hurto. Poco ha trascendido de los dos asaltantes: jóvenes, de unos 25 años, de pantalón corto y polo granate él; camisa blanca y pelo rizado y rubio ella. La sustancia amarillenta no era caca de paloma. Al parecer, se trataba de mostaza.