Terrassa

“La consulta sobre la gestión del agua es desproporcionada”

El director general de Mina, Aigües de Terrassa, Josep Lluís Armenter, analiza el presente y el futuro de una de las empresas más antiguas de la ciudad. La actual concesión del servicio de suministro de agua, otorgada a Mina en 1941, está a punto de expirar en medio de un agitado debate sobre cuál debe ser el futuro modelo de gestión.

La actual concesión de suministro de agua acaba en diciembre de 2016. ¿Cómo se está preparando Mina para concurrir, si finalmente lo hay, a un nuevo concurso por la gestión?
Existe la posibilidad de la concesión, pero también otras como que el Ayuntamiento municipalice el servicio o bien que sea una sociedad mixta la que lo gestione. Ésta podría ser una manera de llegar al nuevo periodo concesional sin necesidad de licitar el servicio. O no. El Ayuntamiento podría recuperarlo y hacer un nuevo concurso para empresa mixta, donde saque a concurso la parte del gestor privado.

¿Ustedes están dispuestos a participar de este modelo mixto?
Por supuesto.

La Taula de l’Aigua se ha quejado últimamente de que no se está invirtiendo lo necesario en la red.
Invertimos cada año alrededor de un 25% de nuestra facturación, lo que es una cifra importante. Las averías totales de la red han bajado un 28% en dos años, también porque la crisis ha frenado la actividad de la construcción. Es cierto que se han producido dos o tres averías continuadas en un mismo barrio, pero está cayendo el porcentaje de incidencias, lo que indica que las inversiones se están haciendo allí donde son necesarias.

De cara al final de la concesión, ¿será necesario hacer alguna intervención importante en la red?
No. Las inversiones hasta el final de la concesión están pactadas con el Ayuntamiento, y hay un fondo por si surgen necesidades extraordinarias. Además, se ha hecho una auditoría técnica de toda la red, que ha dado un resultado muy bueno.

Mina siempre se ha identificado mucho con la ciudad. ¿El peso que ahora pueda tener Agbar en el accionariado, cómo ha modificado el carácter local de la empresa?
Este es un comentario habitual que oímos, que si el pez grande se come al pequeño, pero la realidad es que el grupo Aigües de Barcelona está presente en el accionariado de Mina desde los años 70. Actualmente, la participación es del 33%; es decir, tres de los diez consejeros de Mina son de Agbar. No tenemos mayoría en el consejo de administración. Agbar debe verse como una oportunidad, no como un handicap. El sector del agua necesita cada vez de más especialistas porque las normativas son más estrictas y obligan a ser excelentes técnicamente. A diferencia de otros operadores, tenemos una ventaja, que es la de gestionar instalaciones propias de tratamiento. Más del 90% del agua que distribuimos a la ciudad procede de recursos que gestionamos directamente. Adquirimos un porcentaje muy pequeño a Aigües Ter Llobregat.

La Taula de l’Aigua ha puesto en cuestión que una empresa con carácter internacional como Agbar, que ocupa cierta posición de monopolio en Catalunya, tenga visión de servicio público en un bien tan básico como el agua.
Estamos desarrollando una tarea de tratamiento y suministro de agua, y eso debe tener una justa retribución económica. Debe ser así para que se mantenga el servicio. En cuanto a la dimensión de Agbar, nuestra capacidad técnica repercute positivamente en el servicio; concretamente, en el precio del agua a la baja. El acceso a la financiación también es más fácil para una empresa privada solvente que para una administración local. En cualquier caso, se opte por un modelo de gestión u otro, ya sea concesión o empresa mixta, la separación de roles debe ser clarísima. La administración debe ser el regulador y el socio privado debe poner a disposición la tecnología y todo su conocimiento. Y, sobre todo, debe haber independencia política y separación de roles. Hay que evitar ser arte y parte en la gestión, y diseñar una planificación a medio y largo plazo, independientemente de los ciclos políticos de cuatro años.

El tema de la gestión del agua será aún más central con el arranque de la campaña electoral ¿Qué espera del debate en la ciudad?
El agua es importante, pero ¿qué significa en la economía familiar comparado con otros servicios básicos? Hay que ponerlo en su justo contexto. Creo que Mina ha hecho bien las cosas. Todo es mejorable, pero el conjunto del servicio es muy sólido. El ciudadano debe recapacitar sobre esto. Mina es una empresa arraigada en la ciudad, que tiene 173 años de historia. Estamos dando una calidad en todos los ámbitos muy por encima de lo que pide la normativa. Todas las certificaciones que tenemos son un valor añadido. A parte, tenemos mecanismos, como encuestas anuales, para saber si lo estamos haciendo bien. El resultado es un notable alto. Cuando decimos que el ciudadano reflexione, otro factor a tener en cuenta es la obra social que realiza la Fundació Mina, donde hemos incrementado el presupuesto.

¿Están satisfechos, por tanto, del servicio que prestan en Terrassa?
Sí. Hay otro tema importante que es el tarifario. En Terrassa tenemos una tarifa muy competitiva comparada con otras ciudades de más de 50 mil habitantes. Estamos en la franja baja en cuanto a tarifa. Son datos objetivos. En Terrassa, el agua ha subido un 16% en cinco años, que es más que el IPC, pero es que los conceptos que integran la tarifa poco tienen que ver con el IPC.

Ahora que habla de la tarifa, ¿cree que Mina cometió un error al pedir para 2014 una subida del 5,95% en el recibo?
Estábamos dispuestos a no ir a por el 5,95% sino a por el 3%. Ahora bien, cuando el Ayuntamiento se cerró en banda, fuimos a reclamar la tarifa que requería el servicio para cumplir con las necesidades. La Comissió de Preus no lo autorizó y aplicamos la revisión del 1,12%. ¿Nos equivocamos? En aquel momento no nos lo pareció. Una de las funciones de la parte reguladora, es decir del Ayuntamiento, es garantizar la estabilidad económico-financiera de la concesión. En ese momento nos pareció que ese equilibrio necesitaba ese incremento. Por aplicar un año una subida inferior a la necesaria, en principio no pasa nada si haces menos inversiones de las previstas. Aunque en nuestro caso, al final se hizo todo acudiendo al margen de beneficio de Agbar. Ajustamos la retribución del accionista sin bajar el nivel y mejorando el servicio.

Por tanto, dada la polémica creada y que finalmente se pudo hacer todo lo previsto. ¿El desgaste que supuso ha valido la pena?
Quizás no. El caso está en que estábamos dispuestos a bajar al 3%, pero tampoco satisfacía a la administración.

Se mantiene la propuesta de someter a una consulta popular la decisión sobre la gestión del agua. ¿Qué le parece?
Creo que hay un riesgo para quien lo propone. Hay que analizar qué porcentaje de ciudadanos querrá manifestarse. A parte de la participación, también hay que tener en cuenta lo que significa el agua en el gasto familiar, donde representa menos del 1%. Es lícito que la gente se lo plantee, pero también hay que remarcar que las cosas se están haciendo razonablemente bien. Poniéndolo todo en conjunto, ¿merece la pena?

Eso le pregunto, ¿cree que merece la pena hacer la consulta?
No estamos en contra de la consulta. Si se decide hacer, nosotros la acataremos, pero nos parece desproporcionada. Quizás ésta sea la palabra: es desproporcionada la consulta para lo que el agua supone en el gasto familiar y el servicio que estamos dando.

Si se apuesta por la municipalización, ¿considera que el Ayuntamiento tiene capacidad para gestionar directamente el servicio?
El Ayuntamiento debe plantearse dos cosas: la capacidad técnica y también la financiera. A corto plazo, el impacto de una posible municipalización va a ser escaso. No quiero decir que el Ayuntamiento y sus técnicos sean incapaces de gestionar el servicio; lo que digo es que los 170 años de experiencia de Mina se deben notar en alguna cosa. Hay que tocar con los pies en la tierra. El sector del agua requiere de una gran especialización técnica. Las administraciones deben administrar y dejar que los especialistas hagan su trabajo. El administrador local tiene las herramientas para controlar el servicio y dejar al gestor privado que haga su trabajo. Si todo esto está mezclado, la cosa puede chirriar más.

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