El Casinet de l’Espardenya, cuando expuso los méritos por los cuales Valentí Grau era este año uno de los candidatos a Capgròs de l’Any, argumentó: "Alma del Festival de Jazz de Terrassa. Sin él, difícilmente Terrassa estaría en el mapa del jazz mundial. Poca gente posee tanta cultura musical como él y tan bien ordenada, mucho más que los libros de su añorada librería". En efecto, Grau es el director artístico del Festival de Jazz de Terrassa, pionero y persona clave del jazz en la ciudad.
Un personaje con todos los ingredientes para recibir el entrañable homenaje ciudadano que supone ser reconocido como Capgròs de l’Any, que sin embargo no se encontraba en el Raval de Montserrat cuando el pasado viernes, al inicio de la Festa Major, descubrieron su figura de cartón-piedra. Llegó con retraso, pero dibujando una sonrisa de indisimulada felicidad.
¿Qué ha pasado?
No sabía que los candidatos teníamos que estar en el Raval de Montserrat cuando se descubría el Capgròs de l’Any. Nadie me avisó. En caso contrario, hubiera venido a tiempo. Lo cierto es que me hallaba en casa viendo la tele y mi mujer me ha dicho: "Pon Canal Terrassa, a ver si ya se sabe quién es el Capgròs". Y cuando he visto que era yo, me he cambiado de ropa y hemos salido pitando hacia el Raval. Por la calle ya ha habido gente que me ha dado la enhorabuena. Y el móvil no ha parado de sonar.
A partir de ahora, su imagen perdurará en Terrassa cada vez que los capgrossos salgan a la calle a actuar. ¿Se atrevería a bailar algún día con su capgròs?
Hombre, ¿por qué no? Nunca se sabe…
¿Le ha gustado ser el Capgròs de l’Any?
Es un gran honor, una satisfacción y un placer. Estoy muy agradecido a los organizadores, los miembros del Casinet de l’Espardenya, y a todas las personas que me han votado. Esto es algo que valoro mucho, porque he sido votado por ciudadanos que no conozco. Estos días, ha habido gente que me lo decía por la calle: "Valentí, te hemos votado", y yo se lo agradecía de todo corazón, aunque no les conociera.
También fue Capgròs de l’Any su padre, el propietario de la que fuera histórica libreria Grau.
Será un orgullo pasear el capgròs de mi padre junto al mío. Ha sido una gran sorpresa y me hace muchísima ilusión. Pero como ya fui nombrado en su momento "Terrassenc de l’Any" y mi padre Capgròs de l’Any, pensaba que otros candidatos tenían más opciones. Cualquiera de ellos era muy válido para ser Capgròs del’Any. La verdad es que no me lo esperaba.
¿Le gusta cómo ha quedado usted en su figura de capgròs?
Sí. Mi mujer me ha dicho enseguida: "Pero, ¡si eres tú, Valentí!".
Tres hombres muy vinculados a la Jazz Cava son ya Capgròs de l’Any: Josep Maria Farràs, Adrià Font y ahora usted. ¿Lo ve como una manera de que la ciudad reconozca la dilatada trayectoria del Club de Jazz?
Es una forma de verlo, sí. En mi caso se reconoce en parte la presencia del jazz en Terrassa y, por supuesto, es un gran orgullo.
¿Qué es el jazz para usted?
El jazz es una emoción, es un sentimiento. Una sensación que hay que descubrir y que te atrapa. Esto es lo que me sucedió un día del año 1962, en Amics de les Arts. Y así ha sido desde entonces. Llevo más de 50 años al pie del cañón con el jazz. Me dediqué a la librería de mi padre y al mismo tiempo al jazz.
A principios de los años ochenta, cuando se inició el Festival de Jazz de Terrassa, ¿se imaginó que este certamen llegaría tan lejos y con una proyección internacional?
Teníamos una primera experiencia, la del Festival de Barcelona, que fue el modelo que trasladamos a Terrassa. Sabía que funcionaría porque ya teníamos una programación estable en la Cava y cuando llegó el primer festival fue un gran éxito. Y después, lo fundamental ha sido la continuidad. Fíjese que el Club de Jazz jamás ha parado. Su actividad ha sido ininterrumpida y esto nos ha permitido dar a conocer el nombre de Terrassa por Europa y por todo el mundo. En Nueva York conocen todos los clubs de jazz y, obviamente, el nuestro. Allí me llaman Valentino y es un gran placer que en América los músicos te digan que recuerdan que han tocado en Terrassa.
Dicen que intentó aprender a tocar el saxo…
Es cierto, sí, cuando hice el servicio militar en Cartagena. Quise emular a Charlie Parker, que es mi músico predilecto. Pero entonces fui destinado a Barcelona y pude recuperar mis actividades diarias en Terrassa y, finalmente, dejé el estudio de la música. Pasé a dedicarme más a organizar conciertos y programaciones en el Club de Jazz. Alguna vez me han hecho subir al escenario a hacer coros, pero nada más.
¿Qué le queda por hacer?
Cada día hay una lucha diferente, pero pienso que lo importante en la vida es que, cuando has llevado a cabo un trabajo determinado, la dificultad estriba en mantenerse. Más allá de imponerse nuevos retos, mi objetivo es contribuir al mantenimiento del prestigio del Club de Jazz de Terrassa y que dure muchos años esta labor en la ciudad. Se trata de que nuestro nivel jazzístico no baje nunca y que las actuaciones que ofrezcamos sigan siendo de alta calidad.