Quien quisiese comprar el disco de Nakany Kanté lo podía hacer allí mismo, el domingo por la noche, en el Parc dels Catalans. Vale. Un disco de Nakany Kanté, cantante de Guinea Conakry, debe de ser muy interesante. Pero es que a Nakany Kanté, como le ocurre a otros músicos, hay que verla. Hay que ver su espectáculo, su mirada de desafío, su pelo turbulento lanzado al cielo, sus movimientos, los de su corista, la locura del ritmo africano que gira y gira y martillea sustentado en la furia de la percusión.
Nakany Kanté y su pop mandinga deslumbraron a cientos de espectadores el domingo, durante los actos de la Festa Major Solidària, de la que se hizo dueña y señora broncínea. Hasta su hija pequeña (no debía de pasar de los 5 años) danzó frenética en el escenario en los pasos últimos de la actuación, pero es que antes un percusionista había aupado a hombros desde el suelo a un guitarrista que tocó encorvado, boca abajo. Es que el personal veía cómo sus pies iban por donde les daba la gana mientras la garganta gritaba "ya ya o" en coro colectivo de letanías demandado por la artista. Es que aquello era frenesí. Había unos cuantos senegaleses en el auditorio que no paraban de danzar y de contagiar a los de sus aledaños, y de gritar cuando Nakany presentaba a alguno de sus acompañantes natural de Senegal.
Antes de Kanté pasó por el escenario el grupo Seneafrica, preludio bueno, con predominancia de la percusión, como no podía ser de otra manera. Y antes Jaume Ibars había abierto el apartado musical de la feria solidaria con una actuación de canciones tradicionales para los más pequeños.
Casi cuarenta entidades
La Festa Major Solidària alzó el telón a las seis de la tarde, y lo bajó a las diez de la noche, con música y con 38 ONG, entidades y fundaciones representadas. Las paradas estaban dispuestas en doble hilera en el bulevar de la Rambla d’Ègara. Había talleres de dibujo, y de maquillaje, y folletos de difusión, y bebida, como el Lassi nepalí, tan nutritivo. Y rifas.
Había niños con carteles pidiendo una sonrisa, y artesanía africana y americana, y muchas ganas y necesidad de mostrar a los terrassenses el trabajo diario de organizaciones que promueven proyectos de cooperación internacional. Y que buscan "saramaya", que significa "éxito" en lengua malinké y que es el título del primer disco de Nakany Kanté, la jovencísima Kanté, de apenas 24 años. Saramaya es éxito, pero no éxito del que busca la adoración de los demás, la fama, sino el que se refiere, como resaltó la cantante, al empeño invertido para conseguir lo que uno se ha propuesto. Saramaya, pues.