Esperaron cerca del bar, el Peña Bética Mery de Can Jofresa, a que las dos mujeres, la titular y su hija de 19 años, estuviesen solas. Una vez que el marido de la dueña, antiguo propietario, se hubo marchado, y nada más irse un cliente, uno de los dos atracadores irrumpió en el establecimiento, propinó un empujón a las víctimas, sacó una navaja y se largó con el bolso de la mujer. En la calle aguardaba un compinche, vigilante. El robo con violencia e intimidación fue perpetrado el martes por la mañana en la calle de Vic. No hubo heridos, pero una de las víctimas, de 49 años, recibió asistencia médica al padecer una crisis de ansiedad.
Diez de la mañana. José Manuel, otrora titular del bar, salió del establecimiento, pues tenía pensado dirigirse a Barcelona a fin de llevar a cabo unas gestiones sobre unas camisetas del Betis. En el bar quedaron su mujer y su hija, y un cliente que apuraba un café. Cuando Juan Manuel se marchó, no vio a nadie apostado en los alrededores. Si llega a ver a los sospechosos, los hubiera olido a distancia, dice. Habida cuenta, sobre todo, del objetivo elegido, no parecían muy avezados.
Los dos malhechores seguramente avizoraban la situación a prudencial distancia, y se aproximaron al pasadizo donde está el local, junto a otros establecimientos. Permanecieron unos segundos en los aledaños, ambos hablando (o fingiendo hablar) con sus teléfonos móviles, en un español con deje de lengua eslava. Unos 30 o 35 años uno, con barba de un par de días, alto, pantalones tejanos, cabello rapado, camisa floreada. Algo más mayor el otro, de menor estatura, más barbado, moreno, de musculatura en apariencia fuerte, camisa marrón oscura.
El alto se quedó junto a la puerta, con el móvil pegado a la oreja, disimulando pero también usando el dispositivo de parapeto para tapar parte de su rostro. El otro se introdujo en el bar. Silencioso, directo, no bien llegó empujó a las dos mujeres, a la madre, de 49 años, a la hija, de 19. "¿Qué haces?", inquirió la dueña del bar. Así le salió la espontánea reacción a la afrenta.
El tipo se disponía a entrar al otro lado de la barra. Nada dijo, y replicó sacando una navaja, unos ocho centímetros de hoja. La mujer protegió a su hija, la caja registradora estaba a su espalda. La punta de la navaja tocaba su barriga.
Algó debió estropear el atraco, porque todo apunta a que el delincuente no pudo rematar la acción. Quizás el compinche de la puerta le hizo una señal, pues un cliente se aproximaba, y el atracador no accedió a la caja registradora, sino que agarró el bolso de la víctima y huyó. Huyeron los dos, se desconoce hacia dónde. No se sabe si caminando, o en un vehículo.
Juan Manuel, claro, no había llegado a Barcelona cuando su cónyuge le llamó por teléfono. Volvió grupas. Arribó al establecimiento y no dejó entrar a nadie hasta que se personaron los Mossos d’Esquadra, primero unidades de seguridad ciudadana, luego agentes de la policía científica para la inspección del local en busca de pruebas.
Mery tuvo que ser asistida por personal sanitario, y trasladada a Mútua Terrassa, donde permaneció tres horas. El bolso robado contenía documentación (pasaporte, DNI), llaves, y unos trescientos euros. Cien, procedentes de la hucha de la joven asaltada, tenían como fin un pago para los estudios de la muchacha.