El protocolo, la simbología y la tradición marcan la constitución del Ayuntamiento. Uno de los elementos que más llaman la atención es la vara que recibe el alcalde, también conocido como el bastón de mando.
Desde hace siglos, el bastón de mando era un señalado atributo de autoridad y dignidad para quien lo poseía. Ya en la Antigua Grecia, Homero hablaba de los bastones militares llevados por los capitanes y los primeros reyes franceses llevaban una vara recubierta de láminas de oro. Esa tradición ha sido inamovible y ha llegado a nuestros días intacta. Por ese motivo, Ballart recibirá hoy su vara. El jefe de protocolo del Ayuntamiento de Terrassa, Josep Solà, apunta que la vara señala a “aquella persona que representa la máxima autoridad en la ciudad y el responsable de lo que pueda ocurrir en el municipio”. De hecho, la leyenda dice que la vara era hace siglos el signo que distinguía claramente al alcalde de un municipio. Cuando las antiguas cortes reales llegaban a un pueblo, el alcalde de turno cedía al rey el bastón para señalar que durante su estancia el monarca pasaba a ser la máxima autoridad del municipio.
El bastón de mando de Terrassa está formado por una vara, una empuñadura de oro con el escudo de Terrassa y un trompo en el extremo inferior, e incorpora un cordón de pasamanería con dos borlas. Aunque se desconoce concretamente cuándo se comenzó a utilizar esta pieza en nuestra ciudad, está claro que la entrega al alcalde de la vara o bastón se remonta a siglos atrás. Según señala el historiador local, Rafel Comes, por ejemplo, en unas fotos de 1916, el alcalde Josep Ullés llevaba un “bastón sin mango que parece ser la vara de alcalde”. Esta tradición se mantuvo durante todo el siglo XX, incluyendo la dictadura franquista, y llegó a la democracia. Según protocolo del Ayuntamiento, en nuestra ciudad sólo se utiliza en tres ocasiones: en la constitución del Ayuntamiento, el domingo de Festa Major y en cabalgata de los Reyes Magos. Cada año, el alcalde hace una entrega simbólica de la vara a los personajes bíblicos para representar que, durante esa noche, ellos son la máxima autoridad de Terrassa.
El segundo elemento que recibió ayer Jordi Ballart al ser nombrado alcalde es un medalla o venera, como representación del poder municipal. La venera está formada por un medallón ovalado con el escudo de Terrassa en relieve y con una anilla por donde pasa un cordón de pasamanería de hilo de oro trenzado.
Respecto a esta pieza sí existe más documentación historiográfica. La primera venera de la que tiene constancia Rafel Comes fue estrenada el 10 de abril de1884. El único ejemplar que conoce el historiador lo tiene el Museu de Terrassa en la Casa Alegre. Es de latón plateado y el escudo de la ciudad no lleva corona. En el reverso está inscrito:”AYUNto.. CONST DE TARRASSA 1844″. Según Rafel Comes, en la inmediata posguerra se hizo una nueva venera de plata, diseñada por Jeroni Font y fabricada por el orfebre terrassense Emili Armengol i Gall. Después de que el 9 de junio de 1948 se concediese a Terrassa la corbata de Alfonso X el Sabio, se acuñó otra venera, también esmaltada con el añadido de la corbata.
El tercer símbolo de distinción que recibe el alcalde y, en este caso, también los concejales una vez han jurado o prometido el cargo, es la banda que los distingue como miembros de la corporación municipal. Estas bandas de ropa llevan el emblema de la ciudad y se deben llevar cruzadas, desde el hombro hasta la cintura, en fiestas y celebraciones especiales. Esta tradición fue recuperada hace poco más de una década, coincidiendo con el segundo mandato de Pere Navarro. Los 21 concejales nuevos deben ir con cuidado, pues no sería la primera vez que alguno se coloca la banda al revés. Tanto la venera como la banda también se utilizan el domingo de Festa Major. Cabe recordar que ese día, Terrassa posee la tradición del Ball de Plaça, en el que los concejales bailan danzas tradicionales catalanas.
Otro elemento que sólo se utilizó ayer con motivo de la constitución del Ayuntamiento fue una urna de cristal en la que los concejales votan al alcalde. Una vez se presente uno o más candidatos, se procede a la votación, que es secreta y se hace mediante papeletas, en sobre cerrado y por orden alfabético. Los concejales electos se dirigen uno a uno a la urna para depositar su voto cuando los llama el secretario de la corporación, Isidre Colàs. La elección del alcalde requiere mayoría absoluta, pero, si ésta no se produce en la votación, la ley determina que la alcaldía corresponderá a la lista más votada. La mesa de edad hace el escrutinio de las papeletas, el secretario comunica el resultado de la votación y el presidente de la mesa de edad anuncia quién es el alcalde de Terrassa, al que llama para que jure o prometa su cargo.
Se da la circunstancia de que en Terrassa siempre se ha elegido al alcalde por mayoría absoluta, tanto en el caso de Manuel Royes como en el Pere Navarro y Jordi Ballart. Por tanto, jamás ha sido necesario elegir al primer edil con la norma de la lista más votada. Sin embargo, el partido al que pertenecen los tres alcaldes democráticos, el PSC, no siempre ha obtenido la mayoría absoluta en las elecciones. En cinco de los nueve mandatos anteriores, otros partidos (PSUC, ICV-EUiA o ERC) apoyaron al alcalde socialista en la votación. Pese a ello, en 2003 no se preveía que eso fuera a suceder, pues el día de la constitución del Ayuntamiento los socios potenciales del PSC, Iniciativa y Esquerra, no iban a apoyar a Pere Navarro en la votación. Pese a ello sólo le hacía falta un voto más para obtener la mayoría. En el recuento, pues, todo el mundo daba por hecho que Navarro sólo obtendría los 13 votos de su partido, pero salieron 14. La cara de sorpresa de los concejales fue mayúscula cuando el secretario anunció el resultado de la votación. Aunque no tenía ninguna obligación (el voto es secreto), tras acabar el acto, el concejal del misterioso voto confesó. Se trataba del entonces portavoz del Partit Popular, Xavier Ballbé. “He sido yo”, dijo a los periodistas en la puerta del Consistorio. Las razones, según Ballbé, eran claras. “Navarro era el candidato más votado y hubiera sido igualmente alcalde. Su programa es el que ha ganado en las urnas y no tiene por qué verse sometido a presiones brutales. Puede gobernar con minoría sin necesidad de auxilios de nadie. Y menos cuando se trata de auxilios radicales que no harán sino radicalizar su discurso”.
Además de aquella ocasión, nunca ha habido sorpresas en la constitución de los nueve anteriores ayuntamientos democráticos y ayer tampoco la hubo.