Pese a la poca tradición de pactos en otras administraciones, el Ayuntamiento de Terrassa ha sido una excepción en este ámbito a los largo de los 36 años de democracia. Las victorias del PSC en los nueve comicios anteriores no evitaron que, en caso de no obtener la mayoría absoluta, los socialistas intentaran alinearse con otras formaciones políticas para formar gobierno y así tener un mandato sin sobresaltos. Ni Manel Royes ni Pere Navarro gobernaron en minoría y los pactos de gobierno han sido la tónica habitual en 5 de los 9 mandatos municipales del Ayuntamiento de Terrassa.
Para encontrar el primero de ellos tenemos que remontarnos a 1979, histórico año en el que la ciudad celebró sus primeras elecciones democráticas tras casi cuatro décadas de dictadura. Los comicios de aquel año fueron los más reñidos que se recuerdan y la incógnita sobre el vencedor de las elecciones permaneció hasta el último momento. Dos partidos llegaron a las urnas con claras opciones de llevarse el gato al agua. El entonces hegemónico PSUC, que tenía un enorme respaldo social en la ciudad, competía con un a priori débil PSC, pero la pugna entre prosoviéticos y eurocomunistas le pasó factura al partido y a su candidato, Agustí Daura, mientras que Manel Royes iba cogiendo enteros a lo largo que pasaban las semanas.
Los periodistas de la época auguraban un empate técnico y así acabó siendo. De los 114.000 egarenses convocados a las urnas, votaron casi 73.000 de ellos. Un 30 por ciento lo hicieron a favor del PSC, concretamente 22.244 personas (resultando en 10 concejales), mientras que otro tercio de los votantes se había decantado por el PSUC, que cosechó 22.066 votos y 9 concejales. La diferencia fue muy estrecha, casi mínima, ya que los socialistas se habían impuesto contra todo pronóstico por tan sólo 178 votos. Manel Royes parecía que sería el primer alcalde de la democracia, pero para serlo necesitaba de un pacto, pues un gobierno en minoría hubiera supuesto una enorme inestabilidad en una Terrassa que necesitaba cambios urgentes.
Sin embargo, un tercio de los egarenses se había decantado por Convergència i Unió, que obtuvo 4 concejales, los mismos que Unión de Centro Democrático, partido fundado por el entonces presidente del gobierno, Adolfo Suárez. La clara victoria de la izquierda hacía poco popular que los partidos de centro-derecha entraran a formar parte del gobierno municipal, lo cual hacía que socialistas y comunistas estuvieran condenados a entenderse. Y así fue. En abril de 1979 se elegía en el pleno municipal a Manel Royes como alcalde tras el pacto de PSC y PSUC.
Sin embargo, el “experimento” duró pocos meses, ya que las divisiones internas en el PSUC imposibilitaron la continuidad del gobierno. No se habían cumplido 10 meses del pacto entre PSC y PSUC, cuando en febrero de 1981 el gobierno entre ambas formaciones se rompió. Durante unos meses, Royes gobernó en minoría pero acabó encontrando aliados en mayo de 1981. En aquella ocasión, fue Convergència i Unió y el pacto de gobierno se extendió hasta el final del mandato, en mayo de 1983.
En las municipales de 1983 el PSUC ya se había hundido estrepitosamente y las formaciones de centro-derecha no conseguían hacerle sombra al partido de Manuel Royes. El PSC consolidaba así su hegemonía con un resultado histórico: mayoría absoluta con 18 de los 27 concejales. Por detrás, Convergència i Unió obtuvo cinco, Alianza Popular dos y el PSUC dos. Se iniciaría, pues, el inicio de una hegemonía socialista en Terrassa que duraría más de una década.
Durante los años 80 y hasta mediados de los 90, la única incógnita que planeaba sobre los resultados electorales de unas municipales consistía en saber si el PSC conseguiría o no revalidar su mayoría absoluta en Terrassa. En 1987 lo hizo y en 1991 volvió a conseguir lo, aunque con 15 concejales. Precisamente en esos dos mandatos Convergència i Unió logró sus mejores resultados en Terrassa, colocando ocho regidores en el Consistorio. El resto de formaciones, Iniciativa per Catalunya (IC) y Alianza Popular (AP) no superaron las tres plazas en el pleno.
Tuvieron que pasar doce años para que el panorama político cambiara en Terrassa. Fue en las elecciones municipales de 1995. Hasta aquel año la ciudad había experimentado un cambio espectacular. De la mano de los Juegos Olímpicos de Barcelona’92 se soterró la Renfe y Vallparadís dejaba de ser un torrente para convertirse en un parque urbano. Nada hacía prever ningún sobresalto para el PSC en los comicios y los socialistas estaban seguros de cosechar en las municipales un éxito histórico. Pero en política nada es tan fácil y en aquellos comicios los egarenses propinaron al PSC un sonoro varapalo. En plena resaca olímpica, Manuel Royes perdió la mayoría absoluta y su partido se quedó con 13 concejales. Fiel a lo que había llevado a cabo tras los primeros comicios democráticos, el alcalde no dudó en pactar pero la incógnita era si volvería a hacerlo con la izquierda tras el frustrado pacto de 1979 o optaría por esa “sociovergència” que le había dado más estabilidad en 1981. Royes se decantó por un nuevo entendimiento con Iniciativa per Catalunya (partido heredero del PSUC), que con aires renovados entraba por primera vez entraba en el gobierno municipal.
Sin embargo, el pacto entre PSC y CiU sí estuvo a punto de ser posible en los siguientes comicios, los de 1999, pese a que el panorama había vuelto a cambiar de nuevo por completo. En aquellas elecciones, el PSC recuperó la mayoría absoluta con 16 concejales, una CiU a la baja se quedaba con cinco, el PP consiguió tres, ICV dos y ERC revalidó su único sillón en el pleno.
Nada había prever un pacto de gobierno, pues el excelente resultado del PSC le brindaba un escenario político estable en la ciudad. Sin embargo, Manuel Royes quiso integrar a otras fuerzas políticas del pleno en su gobierno. Lo intentó primero con ICV y ERC, que rechazaron la oferta. Tras ese “portazo”, Royes lo intentó con CiU, que se mostró inicialmente dispuesto. Fue la familia socialista la que le enmendó la plana al alcalde y frustró la “sociovergència”. Aquel incidente pasó factura en la agrupación local del PSC, que cuatro años más tarde se enfrentó a unas primarias fraticidas que se cobraron más de una víctima política. A partir de esa fecha, los socialistas no lograron revalidar la mayoría absoluta y se dio paso a los gobiernos “tripartitos”.
Los gobiernos tripartitos
A partir de 2003, pese a que el PSC continuó siendo la fuerza más votada, primero con Royes y después con Pere Navarro, el PSC lideró dos tripartitos junto a ICV-EUiA y ERC. Fueron gobiernos sólidos, donde se llegó a entendimientos incluso cuando discrepaban (en temas como el IV Cinturó o el campo de golf). Sin embargo, el desgaste del “tripartito” fue favoreciendo con el paso de los años a CiU, que en el 2011 estuvo cerca del “sorpasso” electoral. Josep Rull subió hasta 9 concejales, mientras que el PSC bajó a 11, ICV-EUiA se mantuvo en 3 y ERC se quedó fuera del pleno. Ese panorama dio paso a un pacto a dos, entre PSC e ICV-EUiA, lo que convirtió a Navarro de nuevo en alcalde. Cuando dejó la alcadía, ICV-EUiA ratificó el pacto y Jordi Ballart ha podido gobernar de forma estable durante los dos últimos años.