EN los últimos años el concepto, la marca o simplemente la palabra democracia han sido utilizados como arma de confrontación política. En algunos casos esgrimiéndola de manera interesada y restringida al ejercicio electoral, en otras con lecturas más o menos restrictivas del ordenamiento jurídico, otras dándole un carácter inmutable y, como sabemos, las medias verdades esconden mentiras ciertas cuando se presentan como verdades absolutas.
En el panorama político catalán quien mejor ha sabido expresar la complejidad de la democracia está siendo Miquel Iceta. Con poca preocupación hacia el marketing político se atreve a exponer conceptos como la responsabilidad de los políticos, la necesidad de hablar, la posibilidad de avanzar en el respeto a las diferencias, pero trabajando por los acuerdos y consensos (que los disensos ya los conocemos y sabemos a dónde nos llevan). Este atrevimiento del político socialista le ha llevado a situaciones complejas que, con el paso del tiempo y la perspectiva de la evolución de los conflictos, en lugar de quitarle la razón se la dan.
Y es que plantear la democracia, exclusivamente, como ganar unas votaciones demuestra una lectura simplista y tremendamente conservadora de la misma. Se trata de un guión escrito desde el poder que no quiere dejar de serlo.
También la visión legalista, sin más, reduce la democracia a una gestión particular, no colectiva, muy bien recogida por la frase "la ley para los amigos se interpreta y para los enemigos se aplica". ¿Estamos en una democracia a la carta?
El filósofo Daniel Innerarity ya lo recoge en su último libro, "Una teoría de la democracia compleja, gobernar en el siglo XXI".
La evolución en la complejidad de nuestra sociedad, que algunos llaman líquida para plastificar dicha situación, no ha ido en paralelo con una adecuación de nuestro sistema político e instituciones. Manifiesta que la incapacidad del sistema político para generar acuerdos es un efecto de esta, digamos, inmadurez de nuestra actual democracia ante la realidad. Algunos ejemplos evidentes podrían ser no reconocer la legitimidad de un gobierno salido de unas elecciones que no han sido cuestionadas sólo por ser antagónico a nuestra ideología, la necesidad partidista de cambiar leyes de manera radical y no actualizarlas o los intentos de utilizar una pandemia como arma de destrucción política.
Para algunos la democracia representa un sistema de confrontación de propuestas y la búsqueda de consensos que mejoren las aportaciones particulares. Las elecciones legitiman a los responsables para impulsar acuerdos, pero no limitan esa capacidad al resto, al contrario, desde el respeto a las mayorías, también hay que respetar a las minorías y su capacidad de hacer real esta sociedad líquida, poliédrica, compleja. Los consensos mejoran las decisiones, sin duda, pero tampoco son la panacea, aunque el esfuerzo y las renuncias que hacen todos son muy valiosos para el conjunto de nuestra sociedad.
También cabría una reflexión sobre la importancia de ordenar el debate o el diálogo público. Últimamente los debates políticos se parecen en exceso a una tertulia o a las proclamas de "influencers", espacios donde no importa el rigor intelectual o el respeto a la verdad, donde no se argumenta, sino que se intenta desprestigiar al contrincante cuando no ridiculizarlo.
Democracia es concepto y forma, mayorías y minorías, disensos y acuerdos, normas y formas de cambiarlas, ciudadanía y representación, poder de decisión y formatos de participación ciudadana, deliberar, opinar, criticar, limitar, obedecer y no hacerlo…
Siempre hay que dar una oportunidad al dialogo, al debate y la confrontación ideológica. La privación de esta capacidad nos limita como personas sociables y políticas, nos limita nuestra capacidad de empoderamiento y nuestro aprendizaje democrático, porque una de las características de la democracia es que conocemos su inicio pero no su final ya que estará en permanente evolución, por eso me permito asegurar que nuestra democracia actual debe aceptarse como en transición, en desarrollo siempre por detrás de nuestra realidad.