Opinió

Mientras dure la guerra

Las encuestas o los sondeos electorales no son una bola de cristal. A pesar de lo que muchos medios de comunicación pretendan.

En un contexto en el que nos estamos acostumbrando a presenciar procesos electorales con implicaciones políticas importantísimas debido a las diferentes crisis que van sedimentando una sobre otra en este mundo tan complejo en el que nos ha tocado vivir, se hace cada vez más necesaria la necesidad de promover la formación de una ciudadanía crítica y bien informada a partir de la publicación de información veraz y rigurosa. Es preocupante, pues, el papel ejercido por algunos de los programas habituales de tertulia a través de los cuales nos informamos la mayoría de ciudadanos, que caen en errores graves a la hora de presentar la información y alimentan visiones erróneas sobre factores objetivos que son importantes en el desarrollo político de la vida democrática.

En este sentido, uno de los problemas que tenemos la necesidad de resolver de raíz hoy en día es el papel que algunos medios de comunicación públicos y privados otorgan a las encuestas. Como estudiante del Grado en Ciència política i Gestió pública en la Universitat Autònoma de Barcelona, considero que va siendo hora de comenzar a desmontar uno de los mitos que se han extendido de manera peligrosa en los últimos tiempos porque la salud democrática de la ciudadanía depende de ello, porque da pie a que haya muchos ciudadanos que malpiensen de los procesos electorales y desconfíen de la viabilidad de la democracia, creyendo ver según qué cosas donde (quiero pensar) que no hay más que mala información o información mal leída.

Como introducía anteriormente, las encuestas no son una bola de cristal: ni son capaces de predecir el futuro, ni la intencionalidad de aquellos que las llevan a cabo es tal. Dicho de una manera que cualquier lector será capaz de entender, las encuestas simplemente son fotografías hechas en un lugar determinado, en un momento determinado. Como las fotos, su calidad depende de muchos factores, como la calidad de la "cámara" que se utiliza, lo buenos que sean los fotógrafos que las realizan o factores propios de la situación en la que se encuentran aquellos que se pretenden fotografiar. En este sentido, la manera en la que se plantean las preguntas, la representatividad de la muestra, el margen de error, el día o momento en el que se llevan a cabo, así como el estado o la propia voluntad de los ciudadanos influyen de manera determinante en la resolución de la foto.

Además, igual que una foto no predice si las personas fotografiadas se van a mover o no una vez tomada la imagen, las encuestas tampoco. Es más, en este caso las encuestas tienen un efecto muy similar a lo que pasa cuando aquellos que han sido fotografiados ven la foto: en función de si les gusta o no, pueden decidir que no les gusta y que quieren cambiar la pose para la(s) siguiente(s). Esto puede suceder de manera sucesiva hasta que haya una que realmente les guste, que será la definitiva. En consecuencia, lo más probable es que no tenga nada que ver con las que se hayan tomado anteriormente.

En definitiva, las encuestas durante una campaña electoral como la estadounidense sirven para ver cuáles son las tendencias y para ver si las estrategias que adoptan los candidatos y los partidos son acertadas con respecto a la captar el voto de los ciudadanos. En sí, son un indicador pensado para los partidos y los candidatos, no para el uso habitual de los medios de comunicación o de la población. Por tanto, que muchos medios de comunicación a través de los cuales nos informamos vendan el mensaje de que "les encuestas han vuelto a fallar" acaba traduciéndose en desinformar, mal-informar o, directamente, tratar de engañar. Y no sé cuál de las tres es peor.

Mientras dure la guerra, mientras dure la competición política por la representación de la ciudadanía, no podemos seguir tolerando que algunos canales informativos lleven a cabo su tarea de maneras tan poco rigurosas. Considero que los ciudadanos debemos ser exigentes porque la verdadera guerra que se está librando en la actualidad (y poco se habla o se escribe sobre ello) gira en torno a los valores y las ideas que deben dar soluciones y respuestas concretas al cúmulo de crisis que estamos presenciando.

Para que la guerra siga transcurriendo únicamente de manera metafórica, necesitamos contribuir socialmente a desmontar ciertos mitos que, llevados al extremo y prolongados en el tiempo, ponen en peligro las lógicas democráticas, la verdadera convivencia y el progreso colectivo

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