Un partido bisagra no claudica para entrar en un gobierno, sino que impone parte de sus ideas a la formación minoritaria que necesita de sus escaños para gobernar.
Esa carencia ideológica y el posibilismo son las rémoras y el peso muerto de los que no se pudo deshacer Rivera y de los que no puede librarse Arrimadas.
Una indefinición que alcanzaba su cenit en las votaciones para el estado de alarma. Se sabe el porqué antiespañol de las votaciones de Esquerra; se conocen desde hace mucho tiempo las razones del PNV -consistentes en platos y en tajadas- que le llevaron, en horas veinticuatro, a votar los presupuestos de Rajoy y la moción de censura contra Rajoy; son inequívocos otros intereses, pero es imposible justificar el sentido de los votos de Ciudadanos.
Lo que posiblemente ocurra en Madrid se viene oliendo desde antes de la Navidad de 2019 y se concretó cuando Gabilondo no entraba en los consejos de ministros de Sánchez, pero los vaivenes de Aguado se caen por su propio peso y demuestran un acné mental preocupante.
Si algunos de sus nombres más destacados, Villacís, Aguado o Marín, van tan por libre como parece, también queda en entredicho el liderazgo de Inés Arrimadas, con lo que el panorama del partido, encuestas incluidas, se ve cada vez más oscuro.
Pienso que las biografías políticas de Alcalá Zamora, Miguel Maura y hasta de Alejandro Lerroux deberían ser de lectura obligada para los líderes de Ciudadanos.
En muy poco tiempo, han ido aconteciendo en España noticias que, no por esperadas, ha sorprendido su contenido a propios y extraños, moviendo emocionalmente a la sociedad hasta el punto de incidir en sus convicciones, haciendo un vuelco en todo lo que en el año 1979 se pactó en una Constitución que a día de hoy ha quedado vieja y desfasada al topar con la realidad ciuda- dana en cuanto a quererla ac- tualizar a los tiempos que vivi-mos.
Los hay que la quieren inamovible porque les da una seguridad heredada del palacio del Pardo y no quieren perder aquello del “atado y bien atado”, y otros, yo diría que la mayoría del pueblo, quieren eliminar sus ambigüedades y blindar unos derechos que hoy no se cumplen, benefician- do sólo a una minoría “privilegiada”.
Como aún seguimos en este proceso renovador, y la obstinación de aquellos que ganaron la guerra de 1936-1939 quiere perdurar para no cambiar nada, se mueve insistentemente un espíritu independentista que quiere acabar con aquel pasado, dando carpetazo definitivo al asunto, o con una república española (como la que hubo antes de Paquito) o la que prefiere la ciudadanía con sus íntimos nacionalismos.