LEVAMOS desde 2011 viviendo pasos hacia atrás que nos obligan a intentar recuperar lo perdido, con lo cual no estamos estabilizados en nuestros derechos, sino que vamos retrocediendo. La crisis financiera de 2008-2019 nos ha dejado un camino lleno de daños colaterales, mientras los poderes públicos han ido avanzando hacia sus objetivos privatizadores en todos los ámbitos de nuestras necesidades.
Cuando comenzaba a vislumbrarse una posibilidad de recuperación de derechos perdidos en el 2020, fruto de haber conseguido un gobierno de coalición entre PSOE y UP (Unidas Podemos) con unos acuerdos que llevan esa recuperación, aparece la pandemia y acentúa los daños que aún arrastramos en el desempleo, precariedad laboral, imposibilidad de acceso a la vivienda social, falta de atención a la dependencia, listas de espera en la asistencia sanitaria perdidas en el tiempo, residencias geriátricas en manos de fondos buitre.
Si retrocedemos hasta 2006 vemos que la diferencia es muy profunda respecto a este momento que vivimos en cuanto a esos derechos mencionados. ¿Vamos a volver a repetir los errores del pasado?
El capital está aprovechando esta situación para hacer limpieza en sus estructuras empresariales, y encima van a recibir ayudas del Estado. Ellos no paran de avanzar en sus objetivos de reducción de costes y de precariedad laboral y consolidar esas condiciones sociales que les facilitó el gobierno del PP, tanto a nivel de Estado como en las comunidades autónomas con la colaboración de Junts per Catalunya, PNV y demás grupos de centroderecha.
Ante esta situación la respuesta debe ser globalizada como lo es la economía capitalista. En estos momentos se ve la debilidad de las alternativas sociales, sindicales y políticas, debilidad que ha alimentado un malestar que está aprovechando la derecha del PP y la extrema derecha de Vox. Los doce años de crisis parece que no nos han enseñado gran cosa, excepto en la lucha por las pensiones que sí ha tenido un carácter global, y una organización transversal ciudadana, aunque con la debilidad de los sindicatos que no han aportado mucho a ella.
Las alternativas a plantear deben ser valientes, sin complejos y con perspectiva a medio y largo plazo. Para poder actuar así y con un programa reivindicativo potente debemos tener la conciencia de clase bien asumida. Hay que sembrar para recoger a medio plazo. No valen las propuestas puntuales, ésas que acaban al comenzar. Si queremos cambiar las condiciones en que han consolidado la asistencia sanitaria y la atención a los ancianos, debemos plantear cambios profundos que vayan en la dirección de que la asistencia sanitaria vuelva a manos públicas en el 100% de sus servicios, no vale permitir los chanchullos esos de montar empresas que trabajan para lo público.
Mútua Terrassa debe ser de titularidad pública, debe pasar a formar parte del ICS totalmente, con una estructura de gobierno donde esté la ciudad de Terrassa representada, junto con el Hospital de Terrassa. El consorcio de Mútua debe ceder a los poderes públicos su hospital y los ambulatorios que ha amortizado con creces con los recursos públicos que ha recibido por llevar más de sesenta años prestando la asistencia sanitaria en la comarca por concesión del servicio. Los bienes materiales del Hospital de Mútua forman parte de la reversión de bienes que se genera en los procesos de concesión de servicios públicos a entidades privadas.
Por otro lado tenemos las residencias geriátricas, verdadero centro de muerte en esta pandemia por sus características habitacionales, olvidando las asistenciales, y encima en manos de fondos especulativos cuyo objetivo es enriquecerse con todo esto. Hay que exigir inversiones para estos centros públicos de forma clara y directa. Hay que acabar con el mercantilismo de nuestros derechos ciudadanos.
En Terrassa hemos vivido una experiencia interesante en la lucha por la defensa de las pensiones públicas, trasladando ese sentir a las personas afectadas y al resto de la ciudadanía, consiguiendo una participación elevada en estos 28 meses de lucha. Hemos sumado a esa lucha las residencias y la sanidad y el resultado movilizador fue positivo, pero insuficiente, porque no se asumió una continuidad en la acción movilizadora de forma clara.
Los procesos de lucha deben basarse en contenidos pedagógicos que lleguen a la ciudadanía, para que ésta los haga suyos, eso obliga a que las consignas sean claras, que es como mejor las interpreta el afectado. La situación que se ha generado con la pandemia ha dejado en la cuneta todas las listas de espera que ya teníamos acumuladas, habrá muchos cientos de miles de ciudadanos españoles pendientes de intervenciones, de realizar pruebas, analíticas, etc.
Para afrontar esta nueva situación que está yendo a peor, sólo cabe una estrategia, mucha presión social organizada de forma centralizada en Catalunya, directa, contundente y continuada. No debemos olvidar que el contagio con el COVID19 ha dejado secuelas en la mayoría de personas que lo han padecido, secuelas que pueden ir a peor, eso significa que en el colapso actual habrá que contar con esa parte de la población que deberá ser atendida en los servicios de urgencias y de consultas externas.
El problema en estos momentos se ha agudizado porque el PP y VOX han hecho de la desgracia de esta pandemia su arma arrojadiza contra este gobierno, que nos rebotará también a los demás, y eso no lo debemos permitir. Hace falta que se pongan en marcha mesas unitarias contra el fascismo, porque está ya ahí, 52 diputados de VOX más los 88 del PP que lo avalan.
Al adversario se le derrota con la misma contundencia que ejerce él contra nosotros. Sólo así podremos avanzar, lo demás será un engañabobos frente a la ciudadanía exaltada. El fascismo está al acecho en estos momentos para intentar destruir lo poco que tenemos. No le permitamos un ápice de posibilidad de debilitarnos frente al pueblo.