Estamos viviendo algo terrible. Para los que hemos tenido la gran suerte de no haber sido contagiados por el virus, nuestro sacrificio es estar descansando en casa. Es cierto que la parte económica también es algo gravísimo. Pero los profesionales que desinfectan, los que llevan ambulancias, los sanitarios y fuerzas del orden, los que trabajan en residencias geriátricas, los que mantienen los servicios esenciales todos ellos exponen su salud y hasta su vida para luchar contra esta pandemia.
Los que mueren, sufren una muerte aún más triste porque del dolor de la enfermedad se añade el no poder tener a su lado ni siquiera un familiar que sostenga su mano y pueda darle los últimos besos. Por favor, no seamos egoístas pensando sólo en nosotros. Debemos obedecer estrictamente lo que nos manden, que es para bien de todos. Que nadie salga de casa sin necesidad, ni acuda a su segunda residencia. Será como una pequeña ayuda a los que luchan en primera línea, a quienes mando desde estas sencillas líneas todo mi afecto y admiración.