La lucha que llevamos en todo el mundo para derrotar la pandemia del COVID-19 está provocando un colapso en la sanidad pública, lo cual señala el sistema como el medio que en breve no podrá asistir todas las urgencias en las UCI tan necesarias, que deben evitar las muertes respiratorias que van sucediéndose ante los contagios del coronavirus, en los que la aún “relativa” disciplina de la sociedad, empezando por el norte de Italia, tiene una vital importancia en su total acatamiento.
Pero los hechos son los hechos, y actualmente los hospitales están saturados y muy carentes de personal sanitario, que a menudo también ha caído en la contaminación teniendo que guardar la obligada cuarentena.
En España ya existe la orden de confinamiento en nuestros domicilios, esperando resultados positivos dentro de unos días, autosometiéndonos por seguridad a las directrices que el gobierno central y comunidades han decretado de obligado cumplimiento, bajo sanciones económicas, incluso de cárcel.
Pero lo que también preocupa es la crisis económica que ello está comportando y que Europa-Bruselas quiere paliar autorizando a sus miembros a endeudarse sin límite como ayudas económicas.
Es también muy importante oír desde los portavoces mandatarios que, en función de la edad y estado de salud del pandémico, su ingreso en la UCI por neumonía respiratoria va a quedar condicionada en orden a sus posibilidades de vida, argumentando que el tema paliativo operará con calidad en este colectivo.
Por último, mi opinión es que de durar mucho tiempo esta pandemia el Imserso y las pensiones de los nueve millones de jubilados que cotizamos 48-49 años ahorrarán muchos millones si por “no vivir” dejamos de cobrarlo al ser “jóvenes ancianos”.