Opinió

No son formas

Hace ocho meses que el mandato del gobierno de TxT y ERC comenzó en el Ayuntamiento de Terrassa. Un tiempo en el cual se han sucedido diferentes actuaciones, algunas con más acierto que otras, pero sin un relato ni un sólido contenido ideológico. No obstante, el propósito de este artículo no es analizar el fondo o el argumento de las principales acciones que el gobierno municipal ha llevado a cabo en este tiempo. Lo que pretendemos es evidenciar las formas, los procedimientos y las actitudes de este gobierno. Y es que en democracia ocurre que las formas y los procedimientos son muy importantes. De hecho, en ocasiones, incluso pueden llegar a determinarlo todo.

Comenzamos el mandato eliminando muchas competencias del pleno (sede de la soberanía municipal) y traspasándolas a la Junta de Gobierno. Una decisión legal y legítima pero, ¿era éste el mensaje de "nueva política" que querían enviar a la ciudadanía aquellos que llevan 15 años gobernando la ciudad? Parece que sí. Seguimos con un cambio de horario de los plenos, dificultando de esta manera la participación de la ciudadanía en el seguimiento y control de los órganos de gobierno municipales. Otra decisión que tomó el gobierno municipal fue la de dejar a la oposición fuera del Consell de Govern del Consorci Sanitari de Terrassa, cosa que reclamaba ERC cuando estaba en la oposición y que ahora no aplica cuando gobierna, y a la que Alfredo Vega como alcalde sí accedió. Seguidamente, nos subieron los impuestos y aprobaron unos presupuestos que disminuían las inversiones y aumentaban el gasto en sueldos y en partidas de comunicación.

Todas estas medidas tienen un denominador común: las malas formas. Ninguna de estas decisiones fue adoptada a través del diálogo o el acuerdo, ni con ningún grupo municipal, ni con ninguna entidad o asociación de Terrassa. Nadie duda de la legitimidad de la mayoría absoluta que tiene Ballart con ERC, pero las formas de hacer definen cuáles son las voluntades de un gobierno. No obstante, podríamos aceptar que ésta es la forma de hacer de este equipo de gobierno municipal: aplicar la mayoría absoluta en todo aquello que deseen sin hablar con nadie que no sea de su grupo. Esto, aunque criticable, sería legítimo.

El problema está en cuando crees que la mayoría de la que gozas te permite hacerlo todo. Y aquí es donde nos tendrán enfrente. En varias ocasiones durante el poco tiempo que llevamos de mandato hemos podido comprobar cómo desde el gobierno municipal han querido imponer su criterio, pasando por encima de cualquier otra voluntad, incluso de la que marca la normativa. Se saltaron el Reglamento de Participación Ciudadana cuando aprobaron los presupuestos y ordenanzas sin pasar por los Consells Municipals de Districte. Y en el pleno del mes de enero se quisieron volver a saltar las normas, en este caso el Reglamento Orgánico Municipal, cuando pretendían incluir una moción en el orden del día del pleno apenas diez horas antes de iniciar la sesión. Un intento que, aun en el supuesto de no ser ilegal, sí sería totalmente reprobable desde el punto de vista político y hablaría por sí solo de la calidad ética y moral del gobierno. Pero, además, estamos hablando de una vulneración de la norma. Sabemos que a ERC no le importa saltarse las leyes (excepto cuando llegan las consecuencias), pero que el grupo de Ballart accediera a eso merece ser destacado.

Éste puede ser uno de los efectos de no gestionar bien una mayoría absoluta: hacer lo que te da la gana. Si a esto le añadimos la actitud de algunos de los concejales del equipo de gobierno, quienes en el mismo pleno tuvieron la mala educación de insultar y faltar el respeto a la oposición, la teoría se confirma. Sólo alguien que se cree superior moralmente puede atreverse a llamar "machista" o "racista" a un compañero de pleno, pero, si además lo hace con la tranquilidad de una mayoría absoluta que le respalda, la situación es más preocupante.

Punto y aparte merece la actuación del alcalde. No pediremos a Ballart que sea como Vega, sabemos que es un imposible. Pero sí es exigible al alcalde que ejerza de alcalde, que intermedie, que ponga orden y que no permita que ciertas situaciones se produzcan. El alcalde es el máximo responsable, no sólo del gobierno municipal, sino también del Ayuntamiento en pleno, y es obligación suya evitar que los reglamentos se violen o que concejales de su equipo insulten a otros miembros del plenario municipal. Para que la ciudadanía recupere la confianza en las instituciones democráticas es preciso acabar con muchos vicios, y uno de ellos son las malas formas.

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