Ayer volvieron a hacerse públicas las cifras del desempleo en España. Fieles a su cita de primeros mes mantienen la tendencia de mejora de los últimos tiempos, anunciando la llegada del verano. Los servicios vuelven a liderar los sectores de creación de empleo y nos acercamos ya a los niveles de antes de la crisis económica. Se trata de una comparación que no resiste los datos. No es la primera vez que hacemos referencia a esta circunstancia, pero no está de más insistir dado que la lectura neutra de los resultados del paro nos sitúa en un escenario que no es para nada realista.
Es cierto que se está creando empleo, es cierto que las cifras de tanto de empleados como de altas en la Seguridad Social empiezan a ser comparables con las cifras que existían en 2007 y 2008, años en los que se inicia la gran catástrofe económica mundial. Pero también es bien cierto que las condiciones laborales que existían en aquel entonces no son las mismas que existen en estos momentos. El mercado laboral no era el mismo, los salarios no eran los mismos que hoy en día y el poder adquisitivo está hoy todavía muy lejos de los niveles de 2006. Ello no quiere decir que no debamos alegrarnos por la mejora del empleo, pero tampoco que debamos lanzar las campanas al vuelo.
En nuestra edición de hoy tenemos un ejemplo ilustrativo de lo que significa hoy tener un trabajo o, mejor, de lo que no significa. Se trata de la información que se refiere al lanzamiento de un vecino de Sant Llorenç con el que culminó ayer un largo procedimiento de desahucio en el que se ha señalado el lanzamiento hasta en seis ocasiones. Se trata de un trabajador que no puede pagar la hipoteca y solicitaba, a pesar de perder la vivienda, la posibilidad de pagar un alquiler acorde con sus ingresos. Gana algo más de setecientos euros al mes y como otras muchas personas, debía elegir entre alimentarse o pagar la hipoteca, pero tiene un empleo. Es decir, esta persona no está en la todavía larga lista de desempleados del estado español, pero su situación es tan precaria que ha perdido la propiedad de su vivienda y, si nadie lo remedia, hoy dormirá en la calle.
Esa es la gran cuestión en estos momentos relacionada con las cifras del paro: un empleo no es garantía de subsistencia en unas condiciones mínimas de dignidad. Por eso, decir que las cifras del desempleo empiezan a ser similares a las que existían antes de la crisis económica es un entelequia.