Opinió

El vértigo del futuro

En un momento histórico, caracterizado por un orden multipolar, la incertidumbre y el vértigo ante el futuro se agudizan, lo que crea un caldo de cultivo que empuja a tomar decisiones que tienden más a debilitar que a fortalecer las bases sobre las que se construye el porvernir.

Pensadores como Javier Gomá insisten en que vivimos en el mejor de todos los tiempos y se pregunta en qué otro momento histórico hubieran preferido vivir los más pobres, los enfermos, las mujeres, las minorías, es decir, los sectores más vulnerables y desfavorecidos.

Visto con perspectiva histórica parece una realidad insoslayable, choca con una generalizada percepción pesimista, así como con una idea negativa sobre el futuro.

Desde la perspectiva occidental esta circunstancia se agrava por la falta de confianza hacia los fundamentos sociales, lo que supone un auge de los populismos y la crisis de la política tradicional. En el terreno del pensamiento se pone de manifiesto por la tendencia al nihilismo filosófico y la atracción por lo efímero y superficial.

El origen de esta negatividad actual se puede buscar en el final de la Guerra Fría, a finales de los noventa. Un período de gran optimismo en el que la globalización se imponía con la promesa de un futuro más desarrollado, más igualitario y pacífico, donde el libre mercado y el modelo democrático irían extendiéndose y beneficiando a la mayoría de los humanos.

Un optimismo que empezó a quebrarse co-mo consecuencia del intento de imponer la democracia a nivel mundial por medio del cambio de régimen. Éste fue el caso de la intervención militar en Irak en 2003, el derrocamiento de Gadafi en Libia en 2011 o el apoyo a los rebeldes sirios en su lucha contra Bashar al Assad. La reacción del norcoreano Kim Jong-un, con su agresivo programa nuclear, es un ejemplo aleccionador de la resistencia de un régimen autoritario, al constatar cómo su supervivencia está relacionada con la pérdida del control político del país.

¿Pero cuáles son los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad? Podemos destacar tres: el ascenso de China a la categoría de superpotencia, lo que supone una transformación del equilibrio geoestratégico; el cambio climático, y la evolución demográfica.

Con un PIB nominal en 2015 de once billones de dólares, China se ha convertido en un rival de Estados Unidos por la primacía global y en un actor de referencia de una economía asiática cada vez más integrada.

Un crecimiento asombroso que ha abierto el interrogante de la trampa de Tucídides, que plantea la inevitabilidad de un gran conflicto armado cuando una nueva potencia crece hasta superar a la potencia dominante. Pero, aunque la historia está llena de ejemplos en este sentido, la interrelación económica es tan profunda que ninguna de las partes se lo podría permitir. El interrogante que nos encontramos en las relaciones Pekín-Washington es la actitud que seguirá el gigante asiático si una vez ganada la primacía mundial ésta será de mayor cooperación o de franca rivalidad.

La segunda de estas preocupaciones está relacionada con el cambio climático, considerado como uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. Desde pautas meteorológicas cambiantes, que amenazan la producción de alimentos y provocan migraciones masivas, hasta el incremento del riesgo de grandes catástrofes naturales, sus efectos son de alcance mundial y de una escala sin precedentes.

Esto sin duda alimenta el pesimismo existencial hacia actitudes antisistema y ahonda la desconfianza en la sociedad y en su sistema de valores morales y políticos.

El tercero de estos factores es la demografía, caracterizada por dos comportamientos regionales antagónicos. Por un lado nos encontramos con el alto índice de natalidad en África, que es el área con el mayor número de hijos por mujer, en camino de convertirse en el continente más poblado del planeta.

Por el contrario los países europeos están perdiendo peso demográfico relativo, pasando de casi un 10% actual a menos de un 6% a finales de siglo. Esta diferencia entre Europa y sus vecinos del sur puede convertir al Mediterráneo en un eje de asimetrías, cuya evolución podría dar lugar a una presión migratoria de gestión progresivamente más compleja.

La solución a estos tres retos exige la reflexión sobre el futuro para cerrar la puerta a los escenarios más pesimistas. Pero, además de la prudencia y la responsabilidad para combatirlos, las naciones necesitan actitudes esperanzadas y constructivas que permitan que la vida y la historia se vayan abriendo paso.

 * El autor es analista del Instituto de Español de Estudios Estratégicos (IEEE)

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