El terrassense Josep Rull recogió ayer junto a sus compañeros presos y juzgados en Madrid las actas de diputados y senador en el caso de Raül Romeva. El dispositivo policial fue extraordinario y las prevenciones exageradas pero, en cualquier caso, el trámite se realizó. Ahora llega el momento de dilucidar cuál será el recorrido de los disputados y del senador; si serán suspendidos, si en caso de que lo sean, serán sustituidos; ni no serán suspendidos, pero no podrán ejercer sus funciones; si podrán delegar su voto… otro jaleo en fin.
No parece que haya nada claro y después de lo ocurrido con Miquel Iceta, si quien debe decidir es la Mesa del Congreso, la cosa puede estar bien complicada. Decía Carles Puigdemont que la política española se haya inmersa en un calendario electoral diabólico y es cierto. Seguramente a Esquerra le ha faltado una semana para asentar su estrategia. En medio de la campaña electoral para las municipales ha debido elegir entre consolidar su estrategia de diálogo y sacrificarla, aunque sea de forma momentánea, para reforzar el liderazgo, la famosa hegemonía, que consiguió en las generales en su pugna con Junts per Catalunya. Pero no sólo eso. La pugna personal entre Junqueras y Puigdemont en las europeas está muy por encima de cualquier otra consideración. Y todo ello aún a costa de darle oxígeno al PSOE con el asunto de Iceta.
Y siendo esos motivos suficientes para recuperar la senda de la radicalidad, no es menos cierto que Esquerra no puede perder de vista que no puede echarse en brazos del PSOE así como así puesto que en Catalunya está pugnando por "ampliar la base" y en ese objetivo, existe una bolsa importantísima de votantes que se sitúan en la frontera del voto entre Esquerra y el propio PSC. Muchos frentes tiene Esquerra en uno de los momentos más importantes, si no el que más, de su historia reciente. Seguramente pensarán que después del domingo se pueden reconducir situaciones, pero esta semana, sus mensajes deben ser claros, concisos y teledirigidos.
Debemos estar preparados para un escenario político de tensión sostenida durante mucho tiempo. La cuestión catalana no tiene solución. Se tarta de un fenómeno parecida a la energía, que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. En eso estamos, en un escenario de transformación, de evolución de la denominada cuestión catalana, en las que nos vamos a instalar, muy lejos de la solución.