Acaba la campaña y seguramente habría que hacer un balance. Se podría decir, por ejemplo, que la prohibición de encuestas en la última semana es tan absurda como el día de reflexión o que los medios de comunicación debemos acostumbrarnos a compartir e incluso a ceder espacio a las redes sociales. Esa circunstancia, que es un hecho y que está transformando las campañas electorales, no sólo condiciona el mensaje, sino la forma de transmitirlo y de informar sobre él.
Deberíamos plantearnos si, a pesar de la utilización de las redes como el medio más adecuado para trasladar a la ciudadanía esloganes eruptivos es necesario situar la campaña en un escenario de tamaña vulgaridad. Que lo más destacado de un debate televisivo sea decirse mentiroso abiertamente o por lo bajo, vestir de amarillo, mostrar fotografías comprometidas o rollos de papel más o menos ocurrentes dice muy poco del nivel del debate político en España. La política se convierte así en un vulgar espectáculo de marketing recubierto de grosería. La cuestión está en determinar si ello dice poco de la política en sí o de nosotros mismos, que no somos capaces de obligar a que eso cambie. A lo peor es que la política es eso. Sea como fuere, la "venta" de una determinada forma de hacer o de entender la política tiene una consecuencias que se materializa en unos resultados que van a condicionar nuestras vidas en los próximos cuatro años, o quizás más. Seguramente tomaremos conciencia de la transcendencia de las elecciones de mañana cuando ya no podamos reaccionar.
La dinámica de bloques entre la izquierda y la derecha con ayuda de los independentistas o no es la que va a primer mañana y además de la aritmética a la que nos aboque la jornada de mañana, en Terrassa vamos a estar muy pendientes de la sintomatología del voto local. Aquí, también va a haber una dinámica de bloques, pero en otro sentido. Todo parece indicar que los apoyos a PSC o Esquerra van a determinar la formación de gobierno en la ciudad. Los analistas de los partidos desmenuzarán el lunes el voto en la ciudad, especialmente en los barrios, para intentar adivinar cómo se va a traducir el voto de las generales en el voto de las municipales.
También se intuye que serán decisivas fuerzas que no serán las más votadas. Con todo, si se tiene que hacer ceso a todos los vaticinios que circulan en los mentideros de la ciudad, se tendría que construir una nueva sala de plenos para dar cabida a todos los concejales que resultan de las quinielas que se barajan.