Los datos de la Cambra de la Propietat urbana de Terrassa ponen de manifiesto que nos dirigimos, si no estamos ya en un escenario de emergencia habitacional de gravedad. El acceso a la vivienda de propiedad está muy limitado por la precariedad de los salarios puerto que si bien se ha reducido el paro, el mercado de trabajo no garantiza recursos suficientes para acceder a una vivienda de propiedad ni los bancos conceden hipotecas a rentas bajas. Es precisamente esa cuestión y la llegada de nuevos habitantes a la ciudad la que ha puesto en valor el mercado de la vivienda de alquiler. Es la pura ley de la oferta y la demanda. La mucha demanda provoca el encarecimiento y eso ha provocado una escalada de precios sin precedentes en los alquileres de la ciudad.
Según los datos que maneja la Cambra de la Propietat, el precio de los alquileres ha aumentado la preocupante cifra del 27 por ciento en los últimos cinco años. El descenso del precio del alquiler como consecuencia de la crisis económica frenó su caída en torno al año 2014. A partir de ese momento, el precio empezó a subir, primero con cierta moderación, pero en los últimos dos años de manera desmesurada.
Esta situación está generando un grave problema de acceso a la vivienda y de mantenimiento de la que se tiene. Es decir, antes de la crisis, pese a que los alquileres eran elevados, los salarios permitían encontrar en el alquiler el refugio de las familias que no podían acceder a una hipoteca, pero ahora ese refugio ya no es tal y es alarmante el problema que significa para muchas familias soportar los alquileres de sus viviendas en un presupuesto complejo de gestionar.
O no existe una conciencia clara entre la clase política sobre el problema del acceso a la vivienda o no se está dispuesto a afrontar la cuestión con valentía y se espera que con un par de medidas de mero maquillaje y una autoregulación del mercado pueda solventarse esta situación. El problema de la vivienda es grave y se deberá afrontar en un momento u otro. Se trata de una cuestión que merece una reflexión y una actuación política que frene la subida de precios, sea la que sea, y garantice el acceso a la vivienda de jóvenes y no tan jóvenes. Los desahucios por impago de alquiler se están disparando y se registran en niveles comparables a los que provocaron la crisis de las hipotecas. Hoy, el alquiler ya no es el plan B.