Opinió

Debate y discurso

Sobrepasado el ecuador de la campaña electoral, el debate entre los candidatos, los debates, o, mejor dicho, las entretelas de su organización, han generado más expectación que el propio discurso electoral de cada uno de ellos. En los últimos años, la batalla está en las redes sociales, en el eslogan, sobre la base de una idea fuerza machacona, que se instala en el discurso y se repite hasta la saciedad para intentar superar la barrera que impermeabiliza al votante, especialmente del indeciso porque voto oculto tienen todos, porque todos tienen por qué callar. Esta campaña, más que ninguna otra, nos ha hurtado la confrontación de ideas a cambio de confrontación sin más. Cuanto más encendido sea el discurso, más efectivo se percibe o se pretende.

Y mientras tanto, las encuetas haciendo equilibrios para no dinamitar el poco crédito que les queda a las empresas demoscópicas. Dicen los especialistas que el veinticinco por ciento de los votantes, nada menos que una cuarta parte, decidirán su voto en las 36 horas inmediatamente anteriores al domingo, día de votación, y que una cuarta parte de ellos lo harán el mismo día. La pregunta es, dónde están las dudas. Se entiende que entre los que votarán a PSOE o a Ciudadanos; entre los que votarán PSOE o Unidas Podemos; entre los que votarán, Ciudadanos o PP y entre los que votarán PP o Vox.

Esa masa informe de votantes, impulsados por la búsqueda de la utilidad en su voto, por el miedo o por el ajuste de cuentas decidirá las mayorías en el congreso que resulte de las elecciones del próximo domingo. El bipartidismo ha dado paso a una lógica de bloques sobre la que todavía debemos aprender a transitar.

Y en torno a ello, especulaciones de todo tipo, promesas con la boca pequeña o pragmatismo desacomplejado. Junqueras, en su triste rueda de prensa desde la prisión, ya advirtió de que, si de él depende, España no tendrá un gobierno de extrema derecha; Rivera, que en otro tiempo se vio presidente, baja el tono para decir que no gobernará con el PSOE; Iglesias busca rédito sobre las cloacas del Estado, algo sobre lo que, como de la corrupción, se piden pocas explicaciones y Casado intenta bajar del monte hablando de economía. Y mientras, Vox, frotándose las manos, viendo como los demás le hacen la campaña con Catalunya como telón de fondo. Catalunya es el porqué de todas las cosas y no hay solución alguna sobre la mesa, sino todo lo contrario.

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