La ONU informa de que alrededor de 246 millones de niños en el mundo sufren experiencias de violencia escolar y bullying. Y la organización británica contra el acoso juvenil Beat Bullying alerta de que 24 millones de niños y jóvenes lo padecen en la Unión Europea. Es uno de los mayores problemas de salud de la humanidad, según la OMS.
Una encuesta de Save the Children (2016) sobre acoso escolar y ciberacoso revela que un 9,3% de los estudiantes ha sufrido acoso tradicional en los dos últimos meses en España y un 5,4% reconoce haber acosado a alguien.
Según el estudio PISA, que preguntó en 2015 a 540.000 estudiantes de 15 años, el 11% de los estudiantes fueron víctimas de burlas de otros compañeros al menos varias veces al mes. Un 4% había sido golpeado o empujado varias veces. Un 9,2% de las niñas y un 7,6% de los niños dijo ser objeto de rumores desagradables.
En cuanto al ciberbullying la edad media está en 13,5 años y afecta más a chicas que a chicos. Los tipos más frecuentes son agresiones verbales (52,1%), amenazas (22,3%) y difusión de imágenes y vídeos comprometidos (20,2%). El teléfono móvil y el Whatsapp siguen siendo los medios más empleados para el ciberbullying.
El teléfono contra el acoso escolar recibió en 2017 un total de 25.888 llamadas en las que se detectaron 8.846 casos de bullying. Y, de los 600.000 jóvenes de entre 14 y 28 años que se suicidan anualmente en el mundo, un importante grupo lo hace impulsado por fenómenos de acoso y ciberacoso.
El problema del acoso escolar viene de lejos, pero se agrava con el ciberbullying, y en algunos casos con violencia extrema. El acoso es un comportamiento de relación interpersonal violenta, protagonizado por un sujeto o grupo de individuos que, en un ambiente bien definido y tipificado, el de la vida escolar, llevan a cabo una serie de acciones para humillar, violentar y someter a un compañero que desea escapar a él, pero es incapaz de hacer frente a las presiones de aquéllos.
Existen distintos tipos de acoso escolar: físico, económico, verbal, psicológico, social, sexual, ciberbullying.
Como protagonistas encontramos a los agresores (tienen necesidad de poder y dominio); los acosados (los que más sufren las consecuencias); los colaboradores; los bullievíctimas (acosadores que han sido acosados). Los niños que sufren acoso escolar tienen mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental en su edad adulta, como depresión, ansiedad y autolesiones, y la escuela no debe minimizar la gravedad de las agresiones.
Según Díaz-Aguado (2005), es preciso insertar la prevención con un enfoque más global, enseñar a condenar toda forma de violencia y ayudar a combatirla; favorecer la identificación con el respeto a los derechos humanos; estimular la capacidad para ponerse en el lugar del otro, y desarrollar alternativas a la violencia para resolver los conflictos.
Es importante implementar programas de convivencia, debatir las normas de régimen interno, realizar actividades para sensibilizar al profesorado sobre las características del alumnado, favorecer metodologías participativas…
También disponer de protocolos de intervención bien diseñados para la pronta acción correctiva por parte de las autoridades y responsables implicados.
Los profesionales han de actuar sobre tres grupos de personas: profesores, familiares y estudiantes, buscando una eficaz "sensibilización" al problema y la pronta tranquilidad del afectado.
La eficacia de los resultados de los programas contra el bullying mejora cuando éstos se desarrollan de forma continua, desde una perspectiva de largo plazo, más que como una intervención puntual.
Algunos programas para combatir el acoso escolar son: Programa Olweus; Método Kiva; Programa Zero (Noruega); Educar en Valores (Chiclana de la Frontera); Jóvenes + Policía = Seguridad Vital (Pozuelo de Alarcón); Tutoría entre Iguales (TEI A. Bellido); Plan contra el Acoso Escolar (Comunidad de Madrid); Programa Taldeka; Asignatura Empatía; Plan Nacional de AEPAE.
La FELGTB defiende la educación como línea de trabajo para combatir la LGTBIfobia. Para ello se puso en marcha la Red Educa y el proyecto "Escuelas seguras", desde donde se ofrecen talleres, charlas y actividades dirigidas al alumnado, el profesorado y las familias para que los colegios e institutos sean espacios seguros donde se combata el acoso y se forme a los alumnos, incluso a los más pequeños, en el respeto a la diversidad y la inclusión.
Las novatadas tienen elementos comunes: el establecimiento de una jerarquía en la que los actores aceptaban los roles de superior e inferior, y la fortísima presión, que en algunos casos era directamente obligatoriedad. Estos factores se traducían en ciertos centros en actos de humillación y vejación, insultos, acosos, abusos, etc.
El acosado no puede escapar (porque continuamente está recibiendo mensajes en su móvil o en su ordenador) y hay durabilidad en el tiempo (el contenido del hostigamiento puede ser imperecedero), así como la rapidez y comodidad con la que se realiza (Garaigordobil, 2013).
Es necesario que los centros escolares cuenten con unas políticas educativas que apoyen a acosados, ya que en muchas ocasiones éstos tienen que abandonar los centros, convirtiéndose en víctimas dos veces: por el agresor y por la propia institución educativa (Leganés, 2013).
Distintos expertos españoles recomiendan que la prevención y detención del acoso escolar se trabajen desde los primeros ciclos, en los años de primaria.
Hay que desarrollar programas que conciban las aulas como entornos seguros, donde se fomente la resiliencia de los alumnos y se promueva el bienestar emocional de toda la comunidad educativa (Villamarín, De Vicente, Castilla y Berdullas, 2016).
* El autor es expresidente de la Red Europea de Defensores del Menor