Opinió

Colapso

Las aulas están llenas. Dicho así, la noticia podría ser incluso buena, pero no es así. Según las cifras que publicamos en nuestra edición de hoy, más del 65 por ciento de las aulas terrassenses están por encima de las ratios de alumnos que marca la normativa. En circunstancias normales eso sería preocupante por cuanto genera una disfunción en si misma, ya que el nivel de atención del profesorado a veinticinco niños no es lo mismo que a veintiocho, pero se da la circunstancia de que las aulas son diversas y acogen a alumnos con necesidades diferentes, que precisan de niveles de atención diferente. Eso afecta negativamente a los procesos de aprendizaje, rebajando, sin duda la calidad de la enseñanza.

Esta semana decía una profesora de una escuela concertada terrassense que la semana pasada se incorporó a la clase de ESO de la que es tutora una niña venezolana y que esta misma semana se ha incorporado una niña marroquí. Con la primera, la cuestión del idioma la tenía salvada y su presencia requería un esfuerzo de adaptación rápida; con la segunda el problema se agrava puesto que a la adaptación hay que sumar la barrera del idioma, ya que no habla castellano ni catalán. Eso es la matrícula viva, la llegada constante de alumnos a las aulas. Si el curso ya empezó con las ratios apretadas, el problema desde septiembre no ha hecho más que empeorar, a pesar de las advertencias realizadas por el Ayuntamiento y la comunidad educativa en su momento.

La situación es preocupante, no sólo por el escenario que se está dibujando en la enseñanza terrassense, sino porque esta situación de excepcionalidad sólo se da en Terrassa, al menos con esta intensidad.

Terrassa ha sido siempre una ciudad de acogida, pero en este momento ese papel se ha acentuado y está tensionando servicios como el de la enseñanza. No se están tomando medidas desde el departamento de Educació de la Generalitat, con lo que al problema endémico que significa en Terrassa la segregación escolar, se une el de la masificación de las aulas. La cuestión está ahora en comprobar cómo esas cifras afectan a la preinscripción. Todavía no se conoce cómo ha funcionado la proporción entre oferta y demanda de plazas, pero el ritmo de la matrícula viva puede trastocar las previsiones de la planificación realizada por las autoridades para el próximo curso 2019-2020.

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