La razón para estudiar economía no es adquirir un juego de respuestas preparadas a preguntas económicas, sino aprender cómo evitar ser engañados por los economistas."
Comenzar este texto con la famosa frase de Robinson es muy pertinente, ya que refleja el problema al que se enfrentan la formación y el estudio de esta disciplina. ¿Por qué estudiar economía? Para evitar ser engañados por los economistas. Es una frase que pudiese sonar extraña ubicada en otras profesiones, pero que, sin embargo, es una realidad en la nuestra.
Todos los alumnos y alumnas, cuando comenzamos a estudiar la carrera, escuchamos la definición de qué es la economía: la Definición en mayúsculas. Economía es la ciencia que estudia cómo asignar los recursos escasos, de manera eficiente, entre fines alternativos.
Pero, si observamos en retrospectiva este campo de estudio, veremos cómo no se ha dado una evolución lineal, al igual que en otras ciencias donde cada vez hay mayores avances y mayor conocimiento acumulado. En la enseñanza económica se han ido marginando aquellas escuelas de pensamiento económico que difiriesen en exceso con el enfoque dominante, el neoclásico, quedando así una definición parcial que, sin embargo, se presenta como una definición objetiva y aséptica. Es la Economía, en mayúsculas.
La economía es una ciencia social, no una ciencia exacta. Aplicar una política en distintos países no desemboca en consecuencias exactas. Incluso, no se llegarían a obtener los mismos resultados si se aplicase en una misma economía en contextos diferentes.
Otra de las peculiaridades es que el objeto de estudio de la economía es la sociedad y el sujeto que la analiza es a la vez objeto, por lo que el investigador económico tiene sesgos, está contaminado por el entorno en el que vive y, además, tiene la capacidad de cambiarlo.
Asimismo, es esencial tener presentes las numerosas y complejas relaciones que se dan en la realidad social y tener una visión holística de la misma. Por tanto, el apellido de "social" que acompaña al nombre de "ciencia" es fundamental.
En las últimas décadas, se ha intentado hacer pasar a la economía por una ciencia exacta. En las universidades se enseñan unos modelos matemáticos basados en supuestos que poco o, en ocasiones, nada tienen que ver con la realidad. Metodológicamente, existen numerosas limitaciones en la aplicación del método científico al análisis de la realidad social. Las cuestiones y los conceptos estudiados dependen en cierto grado de los ojos que estén mirando, del enfoque a través del que se analizan. Así, por ejemplo, la economía feminista pone el foco en un objeto muy diferente que la economía ortodoxa. Un objeto diferente y oculto, como lo es el mundo de los cuidados que sustenta un mundo productivo que sí se estudia y se enseña a analizar desde las facultades universitarias. Por tanto, la pluralidad es necesaria para poder comprender la compleja realidad social lo más profundamente posible.
La matematización que existe en los planes de estudio de la mayoría de las universidades es creciente. El problema no es el uso de las matemáticas o de los modelos, sino el encorsetamiento de la formación a una determinada visión de la economía y la enseñanza de unas herramientas insuficientes por sí mismas.
Internacionalmente, plataformas como ISIPE (International Student Initiative for Pluralism in Economics), Post-Crash Economics Society, PEPS Economie y, nacionalmente, Repensar la Economía, PostCrash Barcelona, Econonuestra, Economía Alternativa y -felizmente- un largo etcétera, reclaman la enseñanza de todos los enfoques y la formación en historia del pensamiento económico. Se reclama una pluralidad y una transversalidad que están ausentes en la mayoría de facultades y esto no parece que vaya a cambiar en el corto plazo.
Gran parte de los programas académicos que se imparten en las facultades españolas ponen en el centro la economía neoclásica como enfoque. Necesitamos que la pluralidad y la transversalidad sean ejes vertebradores de los planes de estudio para poder formar a economistas críticos, que puedan decidir en qué objeto de estudio se van a centrar, que exista un debate equilibrado entre las diferentes políticas que se puedan llegar a aplicar para aumentar el bienestar de la sociedad, que se investigue sobre cuál es la mejor metodología y se acumule cada vez más conocimiento. Queremos repensar la economía y qué mejor que comenzar por el principio, en las aulas.
Por cierto, la frase que encabeza este texto es de una mujer: Joan Robinson, una brillante economista silenciada por la historia, como otras tantas.
* La autora es experta en economía internacional (EFE)