Opinió

Garantías

Cada principio de mes nos visitan las cifras del IPC y del paro, que nos conectan con algunas de las estadísticas que marcan la temperatura de la economía. En otro tiempo adquirió gran protagonismo la prima de riesgo, indicador del que también nos convertimos en expertos. En los últimos tiempos, con la salida de la crisis económica estamos aprendiendo que las estadísticas no siempre se corresponden con lo que los ciudadanos de a pie percibimos en la calle. Es decir. El paro ha descendido considerablemente. Llegó a superar el 25 por ciento y ahora se ha reducido notablemente, pero esa reducción no tiene una relación directa con lo que en otro tiempo significaba un aumento del empleo. Es decir, en otro tiempo, un aumento del empleo significaba más riqueza, existía una relación directa entre la creación de los puestos de trabajo y el poder adquisitivo de los trabajadores. Hoy no es así, o al menos no es así de forma generalizada, porque la calidad del empleo que se genera no es la misma hoy que hace quince años. La economía ha ganado competitividad gracias a la devaluación del empleo.

Y aún así, los datos de la creación de empleo no han sido muy alentadores durante el mes de marzo, aunque sí el número de cotizantes a la Seguridad Social. Es siempre positivo el aumento de personas que coticen, pero no perdamos de vista que si el empleo no es de calidad, la cotización tampoco puede serlo, por lo que difícilmente se reducirán los problemas de financiación de las pensiones, un asunto que un día u otro un gobierno deberá afrontar con determinación para encontrar una solución.

La escasa calidad del empleo en un segmento de población más amplio de lo que pueda parecer está generando tensiones importantes en las familias, especialmente en lo que a la vivienda se refiere. La emergencia habitacional se mantiene, pero no solo ya en entornos sociales deteriorados por la falta de empleo; se están dando esos problemas en personas que tienen un trabajo, pero su salario no les permite alcanzar las garantías que se establecen para conseguir un contrato de alquiler.

Las rentas suben y los salarios no. Los requisitos para acceder a una vivienda de alquiler (no digamos ya para una vivienda de propiedad) son cada vez más estrictos y no todos los asalariados pueden firmar un contrato, porque no llegan a los mínimos que se establecen desde la intermediación como garantía para el propietario.

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