En esta misma sección he criticado en más de una ocasión la vergonzosa venta de Hispasat y todo su conglomerado de satélites españoles, que no sólo dan cobertura a unos 1.300 medios de comunicación sino, lo que es más grave, están al servicio de las más sagradas áreas del poder: ejército, inteligencia, seguridad y asuntos exteriores.
Y, para rizar el rizo, los compradores, o quienes decidían por las sociedades compradoras, eran don Florentino Pérez y la familia Benetton, italiana, ambos grupos ampliamente conocidos por sus frecuentes trasiegos societarios.
En este caso, adquieren el control mediante la OPA a Abertis, sociedad privada a la que esa participación ya no debería haber llegado.
Acto seguido, los dos grupos opantes se repartieron el paquete de control, domiciliando la mitad en Italia y la otra mitad, en Alemania.
Aunque ya lo comenté en su día, conviene recordar que, en español y portugués, el sistema da cobertura a estos dos países, parte de Europa, norte de África y toda Hispanoamérica.
La vuelta inmediata al ámbito estatal, tras muchas críticas, mediante la compra por Redesa, de la que la SEPI -Sociedad Estatal de Participaciones Industriales- posee un 20%, que, unido a las limitaciones impuestas a la participación de terceros, parece dejar tranquilas a nuestras autoridades.
En realidad, su propietario lógico sería la citada SEPI, nacida precisamente para ser poseedora de ese tipo de sociedades que deben ser controladas por el Estado. Que no se haga así parece significar que se ha buscado un remedio mediante el cual el 80% de la financiación la pone el mercado.
Sigue siendo una señal de lo escuálidas que están nuestras arcas, aunque con lo hecho se salva la dignidad.