Opinió

Reacción

La reacción de los colectivos feministas no se ha hecho esperar en torno a la negociación que han llevado a cabo Partido popular y Vox por el gobierno de Andalucía. La exigencia de Vox de derogar la Ley contra la Violencia de Género y eliminar las partidas presupuestarias destinadas a la protección de la mujer han puesto en pie de guerra al feminismo y ayer se llevaron a cabo más de un centenar de ruedas de prensa en toda España denunciando la actitud de Vox desde la máxima de que “los derechos de la mujer no se negocian” y llamando a una manifestación que se llevará a cabo el próximo 15 de enero. La convocatoria terrassense tendrá lugar a las siete de la tarde en el Raval de Montserrat.

La reacción era de esperar, como advertíamos esta misma semana desde este espacio y sirve para calentar motores en torno al próximo 8 de marzo que, con mayor motivo, si cabe, un acto de reafirmación feminista ante la amenaza del discurso de Vox para los derechos de las mujeres.

Parece ser que el acuerdo final entre Vox y el Partido Popular para garantizar un gobierno de populares y ciudadanos en Andalucía ha relajado las exigencias en torno al feminismo y la violencia de género, pero se han alcanzado algunos acuerdos relacionados con la inmigración y la memoria histórica, otros dos temas de extremadamente sensibles para Vox. Sus exigencias de los últimos días formaban parte de la escenografía desplegada por el partido de Santiago Abascal para rentabilizar el hecho de tener la llave del gobierno andaluz con los cuatrocientos mil votos que conquistó en las autonómicas andaluzas. El extraordinario valor estratégico de Andalucía y la proyección que para próximos comicios proporcionará a los tres partidos es muy importante; tres partidos que, se quiera o no, se han convertido en Sevilla en compañeros de viaje.

Es bien cierto que Vox ha removido el mapa político español, empezando por Andalucía; se dice que allí, aupados por el independentismo catalán. Habrá que ver ahora cuál será la evolución de esta eclosión, si habrá un seguimiento en el resto de España, si afectará al independentismo y de qué forma, cómo se gestionará en Europa la nueva realidad de la política española, uno de los pocos países en el que la ultraderecha no había alcanzado la notoriedad que se intuye ahora.

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