El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que el Consejo de Ministros que se celebrará en Barcelona el viernes 21 de diciembre aprobará la subida del salario mínimo interprofesional un 22%, llegando así a los 900 euros. Este incremento se había vinculado inicialmente a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, pero el presidente ha optado por no esperar al debate presupuestario para llevar a cabo esta medida que, sin duda, transformará la vida de muchas personas.
En palabras del presidente: "un país rico no puede tener trabajadores pobres". Y es que la supuesta salida de la crisis económica nos está dejando un panorama nunca antes visto en nuestro país: asalariados, gente que pese a tener un trabajo, vive en riesgo de exclusión social y bordeando el umbral de la pobreza. Esto es debido a varios motivos, como la poca calidad de los puestos de trabajo que se están creando y conlleva otras consecuencias, como el difícil acceso a la vivienda, especialmente por parte de la juventud que quiere emanciparse.
En un contexto complejo como éste, un buen gobierno debe intervenir, con las herramientas de que dispone (que en muchas ocasiones son insuficientes), para revertir una situación que, de seguir así, será insostenible. Una sociedad no puede permitir que los trabajadores y las trabajadoras, que son las personas que levantan cada día este país, tengan dificultades para desarrollar sus proyectos de vida.
La subida del salario mínimo interprofesional no soluciona por sí misma estos problemas. Pero sí supone un avance en la mejora de los derechos laborales de todos aquellos trabajadores y trabajadoras que hoy en día no ven satisfechas sus necesidades básicas. Y es justo decir que es un gobierno de izquierdas y social, el del PSOE, el que se ha propuesto afrontar este reto con la determinación que requiere. La subida del SMI, por decreto, no es una manifestación vacía de voluntades, como algunos creen que hace este gobierno, sino una medida real, que tendrá efectos reales en la sociedad.
En un momento en el que los populismos y los personalismos están de moda, es necesario reivindicar la política en mayúsculas y ésta es la de los hechos y no la de las palabras. Necesitamos gobiernos que afronten los problemas con seriedad y que propongan y apliquen soluciones reales y que satisfagan a la mayoría. Las palabras vacías de contenido que buscan el aplauso fácil y el titular lapidario ya no nos sirven. La ciudadanía pide hechos, medidas legislativas que mejoren nuestro día a día y nos permitan mirar hacia el futuro con esperanza, con seguridad, con igualdad social y con la posibilidad de progresar individual y colectivamente.
* L’autor és concejal de Presidencia en el Ayuntamiento de Terrassa y secretario de Organización del PSC