En ocasiones, en muchas, se hace complicado entender el por qué de algunas decisiones que se toman en política. Una de ellas es, sin duda, la que llevó al president de la Generalitat, Joaquim Torra a amenazar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con retirarle su apoyo parlamentario si no tenía en un mes una propuesta de referéndum encima de la mesa. Lo hizo sin avisar a sus compañeros de Govern, ni siquiera a sus propios compañeros del PDECat. El calibre del error es de tal magnitud que ayer ya tuvo que dar un paso atrás.
Es probable que Torra necesitase algún gesto para recuperar su imagen ante el sector más radicalizado y pensase o pensasen en Bruselas que esa era una buena opción. Ahora no sólo ha de asumir la pésima gestión de la conmemoración del 1-O, sino también el del absurdo ultimátum, que no sólo lo es en si mismo, sino que es un escenario imposible.
Parece que ha llegado el momento de la reflexión. Los últimos acontecimientos han puesto en cuestión el crédito del bloque independentista, no sólo por la dificultad de unificar criterios, sino porque además el discurso de uno se contradice con la actuación de otros. No se entiende de otra manera que se cuestione el apoyo a Pedro Sánchez cuando el vicepresidente ha conseguido 1.500 millones para el año que viene, negociando directamente en Madrid. Los bandazos del Govern, especialmente del President, desubican a propios y extraños con un discurso rupturista desde un gobierno autonomista.
Descenso
Los datos del paro han sido especialmente buenos en Terrassa, al obtenerse en la ciudad en septiembre el mayor descenso del año de la cifra de desempleados. No es mala noticia en un escenario complejo como es el de la creación de trabajo. Las buenas cifras siempre deben ser bienvenidas al margen de que es importante tener en cuenta la calidad del empleo que se crea. Por otra parte, cabe destacar que en Catalunya, los resultados han sido mejores que en la media española, por lo que está claro que la respuesta de la economía a la inestabilidad política no es directamente proporcional, aunque seguro que hay unos límites.