Un concejal de la oposición salía el martes del pleno extraordinario de residuos y resumía la sesión con un “han recibido por todos los flancos”. Era previsible. Una de las conclusiones que pueden extraerse de esa esperada sesión es que la condescendencia se ha acabado, la tregua está formalmente suspendida y a partir de ahora, nadie conocerá a nadie en las comisiones, en las juntas de portavoces y mucho menos en la sala de plenos. Faltan nueve meses para las municipales y no se harán prisioneros. La política catalana se ha convertido en una guerra y cualquier batalla en cualquier territorio es vital y mucho más en la tercera ciudad de Catalunya.
El equipo de gobierno cayó nuevamente el martes en uno de los errores que ha acompañado al PSC a lo largo de los años. Se trata de la escasa capacidad de realizar autocrítica con perspectiva política. Es decir, un análisis con el que prever eventuales escenarios de juicio severo y establecer una estrategia que permita minimizar daños. Jordi Labòria era un fino estilista en ese campo; paraba con el jab y fintaba como nadie antes, durante y después del pleno.
Los gobiernos del PSC han partido siempre desde la premisa de que su gestión está planteada desde la más buena de las voluntades y la mejor de las predisposiciones; es incuestionable. Han considerado injusta la crítica porque sus decisiones han sido tomadas desde la honestidad, el espíritu de servicio y la búsqueda del bien común; también es verdad. Y más aún, es injustificada, porque esas decisiones han llevado aparejadas un importante crédito desde el punto de vista técnico; es asimismo cierto. Pero todo ello, sin discurso político pierde sentido. Se trata de construir lo que ahora se llama relato y en eso, el PSC, sigue teniendo problemas.
El equipo de gobierno respondió a la acusación de falta de capacidad para liderar la solución de un problema grave como es la limpieza de la ciudad con furia cuando precisaba “finezza”, con cifras cuando requería relato y con reproches cuando necesitaba complicidad. En el barro hay que saber moverse y no sólo dio más argumentos a la oposición, sino que la encabritó y sí, recibió hasta el ensañamiento, que técnicamente es emplear un mayor daño del necesario para conseguir el fin perseguido.
El pleno extraordinario de residuos fue de los más duros que se recuerdan en los últimos años y si algo dejó claro es que tenemos un problema con la gestión de los residuos en la ciudad, que este no sólo se soluciona con inversión, que hay cuestiones que precisan del compromiso de todos, que ese compromiso hay que ganárselo, que es probable que alguien opine que hay otra forma de hacer las cosas y que, al menos, hay que escuchar.
Ahora, ya hay que ir encargando palomitas para presupuestos y ordenanzas.