Opinió

Diada

La Diada nacional de Catalunya ha atenido históricamente una componente reivindicativa, acentuada en los últimos años por el procés. Este año, ese perfil se exacerba en un escenario marcado por la conmemoración de los hechos que se produjeron el año pasado, que tuvieron su punto culminante en la celebración del referéndum del 1 de octubre, la movilización popular del 3 de octubre, que en Terrassa tuvo dimensiones históricas, y la declaración del 27, difícilmente calificable como de independencia, especialmente por sus consecuencias. Pero es la prisión preventiva y el exilio de los miembros del Govern de Carles Puigdemont y los representantes de las entidades soberanistas lo que marca indefectiblemente la Diada y la movilización que sin duda se llevará a cabo durante lo que queda este mes de septiembre y octubre.

La convocatoria de hoy, por la República Catalana, tal como dijo este fin de semana el president Torra servirá para aparcar momentáneamente la división manifiesta que existe en el independentismo y que se personifican en las declaraciones de Gabriel Rufián cuando se refiere q que hay que pinchar la burbuja de lo que denomina el “independentismo mágico”, en obvia referencia al movimiento literario del “realismo mágico” y reforzadas por las declaraciones desde prisión del líder de Esquerra, Oriol Jonqueras, que asegura que no hay más horizonte para la independencia de Catalunya que un referéndum pactado. En ello coincide ERC con Junts per Catalunya, la divergencia está en el modo de conseguirlo: la negociación unos y la presión sostenida otros.

En cualquier caso, aunque desde el independentismo no se quiera hablar sobre el asunto, está empezando a ser muy perceptible una fractura no sólo política, sino también social en Catalunya en torno al proceso de independencia. La sintomatología es preocupante y no ayudan actitudes que se están produciendo en un bando y otro. En ese sentido, es necesario advertir sobre un suceso que se produjo la semana pasada en Terrassa después de la Marxa de Torxes de la conmemoración del 4 de Setembre. Se trata de la quema de una fotografía de Alfredo Vega, el alcalde de Terrassa, un acto incalificable con el que se quema no sólo la imagen de Alfredo Vega, sino también la de quienes aún no estando a favor de la independencia se han mostrado partidarios del diálogo y la no confrontación, de quienes han sido críticos con la aplicación del artículo 155 y con la prisión preventiva de los políticos catalanes. La quema de una fotografía del alcalde de Terrassa interpela a todos los terrassenses y a todos los demócratas, sean constitucionalistas o independentistas. Hechos así, deben hacernos pensar sobre el alcance y la trascendencia de nuestros actos. Nuestra total solidaridad con el alcalde de Terrassa, Alfredo Vega.

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