uchas veces hablamos de la formación, muy importante e imprescindible para la toma de decisiones en el mundo empresarial, pero … ¿y el sentido común? Si nos fijamos en las grandes fortunas, algunas de ellas no tienen una amplia formación académica, pero quizás han utilizado el verdadero sentido común, intentado ser objetivos y valorando sus decisiones, midiéndolas desde el riesgo y la oportunidad.
Podríamos comparar esta situación como si hiciéramos un zoom en el Google Maps y viéramos la realidad desde una perspectiva más alejada, utilizando los 5 sentidos de igual manera, para calibrar bien lo que estamos observando, escuchando y sintiendo.
Este sentido común tan valioso mezclado con una intuición afinada, basada en un cóctel de experiencias y olfato, nos puede dar, muchas veces las respuestas que estamos buscando.
¿Cuántos hemos de nosotros hemos estado sentados, delante de nuestra mesa, realizando matrices de datos y mapas mentales de decisiones con mil y un métodos estadísticos? Dedicamos media vida a diseccionar los problemas, centrando nuestra atención en aquello que nos obstaculiza, en vez de mirar más lejos y centrarnos en la solución, que es lo que verdaderamente nos dará la energía para obtener la ansiada estrategia. La solución no tiene necesidad de explicaciones previas del problema, sino que será la solución lo que conducirá al descubrimiento del modo de funcionamiento del problema.
Cuando vemos claro el para qué, nos será más fácil aplicar este famoso sentido común que nos hará visualizar el camino para conseguir el objetivo de una manera más natural y directa.
A menudo nos sentimos presos de ese pánico, el cual va coleccionando momentos de ansiedad, que nos hacen tomar las decisiones desde la desesperación, la necesidad, el imperio y en la solución a corto plazo. Con esta práctica, no tenemos en cuenta las consecuencias que tendrá esta toma de decisión imperiosa y asilvestrada en unos meses. ¿Pero a veces funciona? Sí, pero no debemos tomarla como una práctica habitual. La podemos comparar con la improvisación, una técnica a la que muchos nos podemos habituar y, en mayor riesgo, una manera de hacer, aplicada a nuestro día a día. Pero, aunque nos solvente en momentos puntuales de problemáticas, insisto en no cogerlo como práctica habitual. Esta improvisación va a depender de muchos factores internos: estado físico, estado mental, ansiedad, ruido ambiental, etc… y aunque intentemos separarnos de todos ellos, va a ser muy complicado poder pensar en un estado como este. Decidir sin antes reflexionar al respecto, puede desencadenar todo tipo de frustraciones, miedo, falta de control sobre la situación, y nuevos escenarios, donde emplear a fondo, todo nuestro conocimiento y saber hacer.
En cambio, el mismo escenario contemplado desde la tranquilidad, visionando el medio-largo plazo, templando las emociones, tranquilizando la ansiedad, controlando los impulsos, relativizando la gravedad y sobretodo aplicando el sentido común, lograremos, seguramente, tomar una decisión más acertada y adecuada a las necesidades de la empresa, familia o cualquier otro marco.
Y es que, nos somo conscientes de que a veces, las cosas son más senciallas de lo que parecen ser. Si al tomar una decisión empresarial utilizamos esta potente herramienta denominada sentido común, y a ella le unimos el valor económico, estaremos aplicando de forma natural la eficacia, la eficiencia y la competitividad, simplificando considerablemente los procesos y la toma de decisiones.